domingo, 27 de diciembre de 2009

Maestro con mayúscula



Hay Maestros (con mayúscula) que dignifican la profesión con su labor ejemplar. El tutor de mi hijo Juan, que se jubila tras este curso escolar, nos ha regalado para iniciar el año unas reflexiones que desearía compartir con todas las patas de Ciempiés, de modo que formasen parte de nuestro atillo de propósitos.

Poner en revisión nuestros procedimientos como educadores, es una buena táctica para iniciar un nuevo año. Estamos obligados a lograr que nuestros hijos se formen para conseguir adultos que sean felices y transmitan su felicidad a los demás. Educar siempre ha sido difícil.
En la actualidad, llama la atención el “Defensor del Menor” a padres y educadores sobre el gravísimo peligro social que representa la ausencia de establecimiento de límites y valores sociales en nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Esto desgraciadamente se observa en las aulas y tenemos el deber ineludible de intentar corregirlo.
Debemos transmitir que el esfuerzo ha de ser una constante en nuestra vida por que nos fortalece; que el amor y el cariño por los demás se asienta en la renuncia personal de algo que nos gusta y satisface; que el otro tiene tanto derecho como uno mismo a ser considerado y respetado; que lo que hay fuera de los límites de nuestro piso es tan sagrado como lo que tenemos en nuestro cuarto; que la libertad consiste en elegir lo bueno para uno mismo y para los demás; que la justicia y la solidaridad se consigue aunando voluntades; que el que ejerce la violencia se degrada como ser humano; que es mejor ser exigentes en el cumplimiento de nuestro deber que después lamentar las desgracias; que el mayor reconocimiento es el que personalmente tiene uno cuando hace las cosas bien; que hay que obrar correctamente sin esperar recompensas ni premios… El sentido común nos dice que estos valores se aprenden en los hogares; en la escuela y en la calle se practican.


Haciendonos eco de las palabras de Don Salvador, queremos rendirle homenaje, esperando que el hueco que deja en la escuela sea ocupado por una persona tan coherente, capacitada y vocacional como él.

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