miércoles, 21 de enero de 2015

El Yacimiento del Cerro de la Encina.



Iniciamos la ruta de hoy desde Puente Verde, desde donde "los neveros" forjaron la senda que lleva su nombre a golpe de sudor, alpargatas y herraduras hasta las altas cumbres de Sierra Nevada. La ruta se llama "Los Neveros" pues antiguamente (siglo XVI hasta 1930) había jornaleros que se encargaban, con mulas, de subir hasta los 2300 metros de altitud, las posiciones de nieve o neveros, y coger nieve para hacer helados, refrescos o nieve para conservas.


Caminamos por el popular camino de la bicha hasta la fuente que le da nombre. Como hacían los antiguos aguadores, detenemos allí nuestro paso. Un poco más adelante arranca una cuesta muy pendiente en cuya barandilla reposa la nieve caída la pasada noche. Con no poco esfuerzo llegamos hasta el Camino de los Neveros. 

Hoy somos nosotros los que pisamos este camino iniciado por las cabras montesas que bajaban de la sierra en tiempos de grandes nevadas y luego pateado por los hombres neveros. La nieve decora las retamas y los olivos; la niebla que nos rodea enmarca mágicamente este precioso paisaje perecedero. Tímidamente el amarillo de las aulagas en flor asoma entre los copos de hielo. 












Caminamos siempre pegados a las barranqueras que miran al Genil pasando por el Barranco de la Zorra y del Contadero (se llamaba así por que los caminos se estrechaban y se aprovechaba para contar las cabezas de ganado). Seguimos por la cañada real de la cuerda donde podríamos recordar esta coplilla dedicada a los neveros:

"En una noche oscura bajando pa Granada, / con rumor de acarreto y herradura y carga algo mermada, / soñé con gran ternura esta coplilla cantada. / No le alteréis los caminos por si güerven los Neveros.../ Peor que mulos mohínos son algunos caballeros."

Dejamos a la derecha la cañada real de la cuesta de las cabras y tras alguna subida y bajada iniciamos la Cuesta del Desmayo. A nuestra derecha contemplamos sobrecogidos los barrancos abrasados por el fuego del pasado verano. A unos 700 metros tomamos un desvío a la derecha que nos conducirá hasta una era de trillar situada en una encrucijada. Tomamos la vereda de la derecha que nos lleva hasta el Cerro de la Encina, en el Barranco de los Olivos

Allí encontramos un yacimiento arqueológico argárico (1300 a C.) situado en el municipio de Monachil. Es la colonia argárica más occidental de Andalucía, protegida por una muralla y sus correspondientes bastiones. Se han encontrado numerosas sepulturas con ricos ajuares funerarios. El yacimiento del Cerro de la Encina, declarado Bien de Interés Cultural en 1981, ha sido excavado desde 1922 por diferentes campañas, si bien es todavía una mínima parte del poblado la que ha salido a la luz. 


Seguimos bajando hasta llegar a un nuevo cruce de caminos. Tomamos el de la izquierda que nos conduce hasta la acequia de la Estrella o del Albaricoque. La seguimos a contracorriente por una vereda preciosa protegida por grandes álamos y mimbreras que se inclinan hacia la acequia. Llegamos así a la plaza del pueblo de Monachil donde nos encontramos con su caudaloso río. 

En estos días tan fíos, apetecen las infusiones calentitas y reconfortantes. Nuestra receta hoy es sencilla: una infusión de jengibre con limón y miel. Esta infusión tiene un sabor muy agradable y peculiar por el aroma característico del jengibre, el ácido del limón y el sabor dulce de la miel.

Además de ser muy reconfortante, facilita las digestiones, previene los catarros y protege el hígado. Para preparar esta infusión, las cantidades de ingredientes por persona y taza son: una cucharadita de raíz de jengibre fresca pelada y machacada o rallada, una rodaja de limón y media cucharadita de miel

1 comentario:

JOSE LUIS dijo...

Por si fuera interesante o de utilidad para vosotros, para los lectores de vuestra web o para vuestros visitantes, tengo publicado el siguiente blog:
plantararboles.blogspot.com.es
Un manual sencillo para que los amantes de la naturaleza podamos reforestar, casi sobre la marcha, sembrando semillas producidas por los árboles y arbustos autóctonos de nuestra propia región.
Salud,
José Luis Sáez Sáez