miércoles, 16 de marzo de 2016

En el Cortijo de Prado Montero



Hemos realizado una travesía entre Güejar Sierra y Quentar, es decir, nos adentramos en la depresión formada entre Sierra Nevada y el Parque Natural de la Sierra de Huétor, el entorno bañado por las transparentes aguas del Río Aguas Blancas.

Partimos de la fuente situada en la plaza de Güejar Sierra. Desde allí trepamos por sus calles estrechas y quebradas hasta el Barrio Alto, donde haremos una obligada parada en su Fuente de los Dieciséis Caños (aunque realmente tiene 17).
Seguiremos subiendo, a veces por carretera asfaltada, a veces por trochas hasta el collado que separa la Loma de los Jarales y el Calar de Güejar. 

El último tramo se traza entre dos muros de piedra antiguos que le dan gran belleza al camino. Todo el camino está rodeado de viejos olivos y almendros en flor; al ser estos parajes más fríos, la floración se retrasa en comparación con otras zonas más vegueras.


Llegamos así a la Cruz de la Trinchera que se esconde entre los olivos. Aunque desconocemos su historia, es fácil imaginarla.

Seguimos una vereda al frente ignorando un carril que parte a la izquierda y tomando otro que nos conduce a la derecha con el Calar al frente.

Desembocamos en un carril asfaltado que nos llevará entre la niebla hasta el Cortijo de la Argumosa. Dejamos atrás un desvío a la derecha que nos conduciría, en un par de kilómetros a la Fuente de la Teja (muchos nacimientos de agua comparten este nombre).


Los primeros datos sobre la existencia de este cortijo, ahora convertido en alojamiento rural, se remontan a un grabado del S. XVII, donde aparece un conjunto de casas en el lugar que posteriormente se convertiría en la Cortijada de San Antonio, entregada por los Reyes Católicos al Marqués de la Argumosa. Contaba con su molino de pan y viñedos con los que elaboraban su propio vino; la finca fue dedicada al cultivo de las cerezas hasta ser abandonado en los años sesenta.

Desde este cortijo parte un camino que nos lleva al Cortijo de Prado Montero. Ahora abundan las encinas y chaparros. Antes de llegar atravesamos en valle del arroyo Tintin.  Si siguiéramos de frente subiríamos al pantano de Quentar.

Prado Montero es un precioso paraje que posee nacimientos, veredillas y una profusa arboleda. Hay una fuente y una alberca, vigilada por el nocturno mochuelo, donde encontramos una inscripción de Manuel Benitez Carrasco que dice:


"Mil gracias alberca, porque herida de estrellas me pones tan a mano el alto cielo". Y una campana con la que se llamaba tradicionalmente a misa a los lugareños que antaño laboraban el campo en los alrededores del cortijo.


Esta campana del Cortijo Prado Montero, ya en Quéntar, propiedad de los herederos del célebre pintor granadino D. Gabriel Morcillo, corona un risco que se halla sobre la explanada de Santa María de los Labradores, una ermita al aire libre con grada, confesionario y pila de agua bendita.

Santa María es una pequeña figura que se asienta sobre una cruz de unos cuatro metros de altura con unos sesenta años de antigüedad. "Danos la paz y la lluvia y danos también las flores, Madre María de los Labradores", reza una inscripción en la piedra. Es evidente que para un agricultor la lluvia es tan importante como la paz. Se encuentra en el punto intermedio de nuestra ruta de hoy.

Desde el cortijo tomamos una vereda que hace un giro a derechas dirigiéndola hacia el pueblo de Quentar. Es estrecha y la compartimos con el discurrir de una acequia. Desemboca en un caminos asfaltado que nos conduce hasta Quentar.

Y la receta de hoy: tarta de requesón.

Batimos un vaso de leche, una cucharada colmada de maicena, diez cucharadas rasas de azucar, tres huevos medianos y medio kilo de requesón. Untamos un molde de horno de mantequilla y lo encamisamos (espolvoreamos harina y retiramos el sobrante). Ponemos una base de galleta picada con una cucharadita de mantequilla y un chorrito de licor. Añadimos la mezcla y horneamos durante unos 35 minutos. Pintamos la superficie con mermelada al gusto. 

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