miércoles, 5 de octubre de 2016

Ya estamos en marcha.

El grupo de Senderistas del Centro Buenos Aires comienza a caminar de nuevo. Es una gozada ver cuanta gente, a la que encasillaríamos erróneamente como "Mayores", se anima a realizar deporte en la naturaleza, sumando pasos, bajando y subiendo montañas y alcanzando la cima de vivir con intensidad. El verano os ha sentado fenomenal.

Hoy, después de contar las novedades del curso (¡Jose te echamos de menos¡), realizamos una ruta de precalentamiento por la Vega. Caminamos por los pagos de la Acequia Tarramonta, en el momento en el que el calendario agrícola marca que el tabaco repose en los secaderos, se recoja el maíz amarillo y seco y se planten los primeros hilos de ajos.

Partimos del Museo Memoria de Andalucía; recorremos el Parque Tico Medina que lo delimita y pasamos bajo la circunvalación para dirigirnos a la ribera del Monachil. Este túnel es un portal entre la ciudad y la deteriorada Vega a la que llegamos con el corazón un poco sobresaltado; entre los grafittis de sus paredes, una del Niño de las Pinturas nos invita a mirar sintiendo y escuchando los paisajes de vamos descubriendo.


Recorremos la margen del seco Monachil hasta llegar a las proximidades del Genil, donde seguimos la Vereda de la Requica. Pronto nos encontramos con la Acequia Tarramonta que nos conduce hasta el final del Camino del Baño, llamado así por los Baños Árabes que en el podemos encontrar en la entrada de Churriana de la Vega. 

Cruzamos la carretera llamada “del Barco” y, por el Camino Viejo de Cullar, llegaremos al antiguo Cortijo del Pino. Tras visitar el patio de este antiguo cortijo veguero con más de cien años, caminamos al Aula Rural de Ciempiés situada en las proximidades.




Aquí, compartimos la comida con una par de ovejas, una cabra, gallinas, patos y un cerdo vietnamita. Y abrimos unas botellitas de vino blanco fresquito para brindar por un magnífico curso de senderismo. Presentamos a Oscar, el monitor que nos acompañará en algunas rutas.


Una vez descansados y poniendo a prueba si el vino a sido el justo o excesivo, caminamos por el borde de un ramal, sorteamos los palos en equilibrio imposible del interior de un secadero de tabaco y echamos un pie delante del otro por surcos rodeados de sedientas esparragueras. Llegamos al Pozo de Santa Clara cuyo respiradero nos da una idea del caño de agua que salía del mismo.

Llegamos de nuevo  la acequia Tarramonta tras meter algún aromático membrillo en la mochila. Cruzamos la carretera del Barco y seguimos una vereda hasta que desaparece y debemos seguir por la servidumbre de paso de un ramal de la acequia. Por ella más corren "darros" que nos hablan de la desastrosa gestión de las aguas residuales de la mayoría de los pueblos de la Vega.

Llegamos así a la Vereda de la Requica que de nuevo nos llevará hasta Granada. Al final de la ruta todos opinamos que este calor no es propio del mes en el que nos encontramos. Tendremos que bailar la danza de la lluvia.

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