sábado, 11 de marzo de 2017

Caminando la vega del Padul.



En esta ocasión  nos dirigimos hacia el sur por una ruta milenaria que unía Iliberris con la antigua Sexi.  Dejamos atrás el lugar donde el Rey Boabdil contempló por última vez y lloró su  reino perdido y nos encontramos con un privilegiado lugar situado en la vertiente suroccidental del macizo de Sierra Nevada. Estamos en Las Lagunas del Padul.

Realizaremos un itinerario sin cuestas por un terreno parcialmente labrado, salpicado de pequeñas lagunas y manantiales que vierten sus aguas a unos canales de drenaje denominados localmente “madres”. La importancia de este lugar es grande, al ser el único humedal natural de la provincia de Granada. Además, cuenta con una peculiar turbera, la más meridional de Europa, en la que suelen aparecer con relativa frecuencia huesos de mamut.

En este día primaveral, que tanto contrasta con el frío y la lluvia que nos acompañaron el pasado sábado, hemos disfrutado de un tranquilo paseo por la Vega del Padul, donde el verde del cereal convive con los brillos del sol en las aguas de las lagunas y los marrones carrizos mecidos por la brisa.

Comenzamos en la Alberca Palmones que retiene las aguas que ven el cielo tras atravesar las masas calizas del Manar. Dejamos atrás estas transparencias y nos encaminamos hacia el mirador del Ojo Oscuro. Mientras un ánade real pasea confiado ante nosotros, imaginamos las historias que contaban a los abuelos a los más pequeños para que fueran conscientes del peligro de acercarse a estas oscuras aguas. Animas y fuegos fatuos que brillan desplazándose sobre las aguas sin que onda alguna certifique su realidad; bueyes que se asustan y desbocan ahogándose atrapados en el barro...

Seguimos hacia la Laguna del Aguadero, atravesando la primera de las madres de las muchas que veremos esta mañana, la acequia de la Madre Blanca. Estos grandes canales se crearon hace más de ciento cincuenta años para desaguar la laguna hasta el Río Viejo y conseguir así reducir la superficie de estas aguas, consideradas entonces como insalubres, y ganar tierras fértiles para la agricultura.

Recorremos el entorno de la laguna por los cuidados caminos de tablas acercándonos hasta la gran higuera de cuento que encontramos cerca de la fuente del Tio Cipriano. Nos detenemos en los observatorios de aves, siempre escuchando los sonidos de estas zonas palustres. Alguna focha común se deja ver, levantando el vuelo atropelladamente.

Seguimos y cruzamos la acequia de la Madre Maestra, dejando atrás las lagunas. Comenzamos a atravesar la vega del Padul. Verdean los trigos bajo un cielo muy azul y el perfil nevado de la Sierra al fondo. Llegamos al cruce donde la madre del Brezal se divide en la de los Quinientos y la del Ventano, siguiendo el camino que discurre paralelo a esta última.



Llegamos a la turbera Agia. Montones de turba negra se secan al sol, contrastando con el azul de una antigua cantera convertida ahora en laguna. Observamos fochas, ánades reales, porrones comunes y una majestuosa garza real.

Siguiendo la linde de la madre del Río Viejo llegamos hasta la acequia del Haya. Y desde allí caminamos a la Fuente del Mal Nombre. Hacemos una pausa tomando un refrigerio mientras relatamos la historia de este lugar, del escandalizado cura que se marchaba mientras escuchaba las risas de las lavanderas.

En este curioso lugar, junto la ladera del Cerro de los Molinos, visitaremos las huellas del camino ibero-romano.

Ya solo resta atravesar la vega en sentido contrario siguiendo la acequia de los Quinientos hasta retornar a la alberca Palmones. Unos metros antes del final de la ruta, tímidos cangrejos de río nos despiden escapando hacia atrás.  

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