miércoles, 24 de mayo de 2017

La Cañada del Sereno y la Cueva de los Marmoles.

Hoy ha sido un caluroso día, de esos que son heraldos de un pronto verano. Pero la brisa y las veredas sombreadas han alejado por momentos la estación estival.





De nuevo en la maravillosa Sierra de Huetor, caminando por un sendero que nos permite atravesar este Parque Natural por zonas rocosas y bosques de pinos y encinas; dependiendo de donde posemos la mirada, disfrutamos de bellas panorámicas: el Maullo, el Cerro del Agua, el Cerro de las Calaveras, el perfil de Sierra Nevada o el valle donde, escondido entre la vegetación, nace el Darro.

Como siempre que caminamos esta sierra, el agua, la roca y la vegetación crean sinergias imposibles de fotografiar.


Pero, como buenos senderistas, nos llevamos la esencia del paisaje en nuestro corazón sobresaltado.


El sendero comienza muy cerca de la casa forestal Los Peñoncillos. Iniciamos la caminata en una pequeña vereda nos llevará directamente al corazón del Parque Natural Sierra de Huétor. Es un viejo camino de herradura que podría contarnos infinidad de historias serranas: la Cañada del Sereno.

Nos encontramos inmersos en un fantástico pinar de repoblación donde destaca el pino resinero. Nos adentramos en una zona denominada El Jardín, en la que el pinar se abre y cede terreno a las encinas, mientras a ras de suelo se entremezclan con el tomillo, el romero, la mejorana y el enebro de miera. Destacan las blancas flores del jaguarzo y la salvia en flor.

Poco después de la loma de los Corrales surgirán, próximas al camino, unas viejas construcciones ganaderas. Los cortijos se abandonan y el tiempo y la naturaleza se encargan de mimetizarlas con el paisaje.

Continuamos, a media ladera, hasta el mirador de la Zarraca. Desde aquí podemos contemplar la Cueva de lo Mármoles en el cerro frontero. Y hacia este emblemático lugar nos dirigimos.

Una vereda en ocasiones pedregosa y pendiente nos baja a lo hondo del valle. Y ahora toca subir a través de un cerrado pinar hasta los prados que rodean esta cueva labrada con paciencia geológica por el agua.Antes de llegar, un tronco caído se asemeja a la columna vertebral de un animal prehistórico.

Nos detenemos en esta oquedad donde estalagmitas y estalagtitas se unen formando hermosas columnas calizas. Es un encantador rincón de la sierra. Merece la pena parar aquí para reponer fuerzas.

Desde allí bajaremos a la Fuente de la Teja, rodeados bajo un manto de pinos resineros, encinas y quejigos, y acompañados de madreselvas, ruscos, rosales silvestres y majuelos. Es un lugar fresco y tranquilo, lleno de surgencias de aguas que formarán parte del río Darro. Nos detenemos a refrescarnos en una de sus fuentes.

Descendemos por una pista ancha acompañados por alisos, sauces, álamos, juncos. Y así, llegamos hasta un cruce en el que decidimos subir a las Trincheras de las Veguillas. Del bando de los sublevados, constituían una atalaya defensiva del valle abrupto del río Darro.

Es demasiado fácil imaginar, viendo los nidos de ametralladora, los tajos en la tierra y las habitaciones oscuras subterráneas, los horrores allí sufridos. Hoy la naturaleza las diluye en el paisaje.

Finalmente, por unas veredas estrechas y umbrías llegamos de nuevo a la pista forestal que nos conduce al final de la jornada, a los Peñoncillos.

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