sábado, 24 de noviembre de 2018

Cuevas y cimas de la Sierra de Huetor.


Un claro entre los días de lluvia de este otoño nos permite disfrutar de una maravillosa mañana de senderismo. Dejamos atrás, encajonado en la Vega, un mar de nubes bajas. La niebla se disipa y sale el sol iluminando la Sierra de Huetor.

Comenzamos en Viznar para dirigirnos al Barranco de Víznar. Pasamos junto a las ruinas de las Colonias y a la acequia Aynadamar que de vez en vez supera las barranqueras por antiguos puentes de piedra. Cruzamos la fosa común de la Guerra Civil española. Nos detenemos y, aunque sea invisible, allí la niebla no ha desaparecido.


Desde aquí parte una vereda a la izquierda que asciende entre pinos y romeros y tomillos para desembocar en la carretera, a unos metros del Área Recreativa de Puerto Lobo. Ascendemos por una escalera apropiada para gigantes hasta llegar al centro de Visitantes.

Tomamos la pista forestal de la Alfaguara. El perfil de Sierra Nevada separa el cielo azul del blanco de la nieve recién caída. Antes del desvío que nos llevaría a la Cruz de Viznar, nos desviamos a la derecha.


Tomamos algunas trochas que acortan el camino marcado por la pista forestal. Cuando esta hace un giro de casi 180 grados, aparece una estrecha vereda a la izquierda junto un viejo pino. Ascendemos para aparecer junto un prado de montaña donde encontramos la poco conocida Cueva del Gato. En su interior escuchamos el silencio solo interrumpido por las lágrimas que caen rítmicamente de la roca.


Tras reponer fuerzas retornamos a la pista de la Alfaguara y nos adentramos por una vereda en ascenso por el Barranco de la Umbría. Aquí encontramos, a la sombra de un tupido y viejo pinar, la placa homenaje a un montañero. Nos encontramos con pinsapos, árboles muy singulares de esta sierra. Aunque no son autóctonos, son bienvenidos.


La llegada al Collado de Víznar se agradece tras el esfuerzo realizado.  Las vistas de la Vega son impresionantes. Subimos hasta la Cruz de Víznar, lo cual requiere una corta pero esforzada escalada rodeando el torreón; este último empujón merece la pena teniendo en cuenta las excepcionales vistas que encontramos en la cima, donde se yergue la Cruz que da nombre al sendero.


Tras haber disfrutado la sensación de la altura en la Cruz, descendemos por el mismo camino hasta el collado.  Tras esta visita nos espera un pronunciado descenso por la solana de la Cruz de Víznar, a lo largo del cual la senda se ha estrechado y discurre bordeando un roquedo dolomítico. La senda termina en Puerto Lobo.

Desde allí continuamos por la carretera hasta el pueblo.

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