
Subimos al Cerro de la Sabika por la cuesta del Rey Chico, la que todos conocemos como de los Chinos. A Boabdil le robamos hasta el nombre de su cuesta. El esfuerzo que debemos realizar se compensa sobradamente por su belleza; el agua y las piedras delimitan el contorno de la Alhambra.

Una vez arriba, nos dirigimos hacia la Silla del Moro y aprovechamos para contemplar esta construcción de vigilancia y protección para el Generalife y las huertas en un sector tan importante para la distribución del agua de la Acequia Real a toda la Alhambra.

La Acequia Real de la Alhambra, también llamada del Alcotán o del Sol, canalizaba el agua procedente del río Darro desde la Presa Real, situada en el paraje de Jesús del Valle. Tiene un trazado de unos seis kilómetros hasta llegar a las huertas del Palacio del Generalife y a la Alhambra. Es una canalización de agua, de época nazarí, que se construyó, dentro de un complejo sistema hidráulico, para abastecer a la Alhambra y el Generalife, en Granada. Junto con Los Albercones y los Pozos Altos, forma una de las estructuras hidráulicas más importantes de la España medieval.

Seguimos esta curva de nivel rodeada de flores tan bellas como efímeras. Destacan las flores de las jaras que parecen hechas de papel de seda. Vestidas de nuevo las cornicabras y las encinas en flor.

Llegamos hasta un pequeño acueducto en el Barranco de las Tinajas. En el camino llama nuestra atención numerosos túneles dedicados al control y limpieza de la acequia. Antes, atravesamos un quejigal que filtra los rayos de sol dotándolo de una mágica luminosidad.



Nos esmeramos por hacer fotos que al final no consiguen retener todo el encanto de la panorámica real; nuestro amigo Juan busca sonrisas con su palo de selfie.
Antes de llegar a la Silla del Moro, nos asomamos a un mirador lleno de recuerdos. Y desde allí retornamos a Granada, esta vez bajando por el Barrio del Barranco del Abogado que data de la época nazarí, una de las barriadas con más historia de la capital y quizá, también la más desconocida.
Por sus calles pasaron personajes tan ilustres como el Rey Boabdil, quien en 1492 salió de la Torre de los Siete Suelos hacia su exilio alpujarreño, utilizando este barrio, llamado por aquel entonces Rabad al Nayd.

Sus impresionantes vistas, que ofrecen una auténtica panorámica de la ciudad, las chumberas, las cuevas y las paredes blancas de las casas convierten este laberíntico barrio de cuestas y flores, tan antiguo como el Albaicín en uno de los más bellos de Granada. Nos detenemos en la gruta de la Virgen de Lourdes, vecina del barrio desde 1900 fecha en la que se construyo la capilla.
Una vecina del barrio, con su niño en jarras nos cuenta, con cariño y devoción, muchas historias.
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