jueves, 23 de enero de 2014

Naranja y amarillo.

El pasado miércoles, mientras las nubes se cebaban en la ciudad de la Alhambra, en le Valle de Lecrín, a solo 25 kilómetros, disfrutamos del sol de invierno.

Esta ruta nos adentrarnos en el Valle, ahora con los frutales llenos de naranjas y limones. El verde limpio por la lluvia se adorna de naranjas y amarillos.Es una ruta rural de gran belleza en la que paseamos por la vega de cítricos y nos alzamos entre olivos milenarios y almendros a punto de florecer, hasta un castillo desde el que se puede contemplar los pueblos de este valle, el Castillo de Murchas o de Lojuela.

El recorrido comienza en  Nigüelas. Tras pasar junto a un pilón de agua cristalina, bajamos por la vega hasta el Río Torrente. Caminamos por la margen izquierda hasta la confluencia del Barranco del Pleito donde tenemos que estirar la pierna para saltar un pequeño arroyo.

El río nos guía al pueblo de Murchas donde nos detenemos en un mirador hacia el  pueblo de Talará (ahora rebautizado Lecrín) y a la Ermita del Santo Cristo que destaca en la loma de enfrente. A nuestros pies, en suave caída, el campo está tapizado de naranjos; como telón de fondo El Caballo de Sierra Nevada.      

Abandonamos la población de Murchas por unas calles estrechas cercanas a la iglesia y tomemos una vereda de unos dos km que nos conduce hasta el Castillo de Lojuela, fortificación de la época califal.  Se conserva la muralla y la torre del homenaje que se alza sobre una acantilado por el que te despeñarías hasta el río Durcal.. Allí hacemos una parada para contemplar el valle y zamparnos la fruta.


Tras regresar a Murchas, tomamos un camino que lleva a Melegis a través de un vergel de naranjos y limoneros.  La distancia entre ambas poblaciones es de unos 2 km. Iremos acompañados del ruido del agua que corre por las numerosas acequias cuyo origen se remonta a la época Nazarí.

Llegamos a un curioso mirador desde donde contemplamos el Embalse de Beznar.

La receta nos la cuenta Cristina: unos saludables espárragos gratinados.

En una cacerola con agua hirviendo con un poco de sal se ponen los espárragos verdes enteros a los que les hemos cortado el extremo blanco. Se cuecen hasta que estén "al dente". Se colocan en una fuente para el horno. En una sartén pochamos una cebolla cortada muy menudita; le agregamos unos trocitos de bacon o de jamón. Unas vueltas y le vertemos un brick de nata de cocinar y un chorrito de leche. Cuando ha dado un hervor se echa sobre los espárragos colocados en la fuente. Espolvoreamos queso de gratinar y lo metemos en el horno.  

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