viernes, 30 de junio de 2017

En el techo de la Península


El último sendero del curso 16-17 ha sido la guinda perfecta de las distintas rutas realizadas. La razón es doble: el entorno y la compañía.


Los pasos van por senderos de gran belleza ya que nos acerca a Sierra Nevada, haciendo cumbre en el techo peninsular, el Mulhacén (3482 m). Es una magnífica experiencia, diurna y nocturna, en lo alto del Parque Nacional de Sierra Nevada.


El senderismo de alta montaña es una vivencia magnífica para los amantes de la naturaleza, de la grata conversación o de la mirada del fotógrafo. Este macizo es un ejemplo de riqueza y diversidad natural. Diverso es el adjetivo que antecede a su clima, morfología, geología, flora y fauna, lo que la convierte en un lugar único, maravilloso y a la vez delicado que entre todos debemos cuidar.
Todas las grandes montañas, y Sierra Nevada no es una excepción, son gigantes de piedra imponentes que se sostienen en pies de barro. Por eso debemos ser exquisitos en el cumplimiento del buen hacer.


La otra clave de esta ruta ha sido el grupo de personas que hemos caminado juntos, tan diverso como solidario. Y no hay duda de que contar con los más jóvenes, Juan, María y Lucas, ha convertido este fin de semana en uno de esos recuerdos que nos calientan en la vejez.


Es una ruta muy asequible que podríamos catalogarla de media-alta; la mayor dificultad es la altitud a la que caminamos. Recorreremos unos 35 kilómetros en dos jornadas, lo cual es relativamente sencillo. Al partir de las Posicones del Veleta (3100 m), el desnivel a salvar hasta el Mulhacen tampoco es demasiado complicado.

Subimos hasta el Albergue Universitario con los coches particulares (2550 m.), donde aparcamos los coches y tomamos la lanzadera del Servicio de Interpretación de Altas Cumbres del Parque Nacional de Sierra Nevada hacia las Posiciones del Veleta(3150 m.).

Echamos a andar desde allí hasta la Laguna de la Caldera (3050 m). Son unas dos horas y media (unos 7 kilómetros y medio)  por un perfil de sucesivas bajadas y subidas de moderada pendiente. Siempre observados por las cabras montesas que presumen recortando su perfil en lo alto de las crestas.

La primera parada la realizamos en el Collado de la Carihuela, donde encontramos el refugio del mismo nombre, después de dejar la antigua carretera y tomar una pista muy cómoda a la derecha. Desde allí se observa la Laguna de Aguas Verdes y el Mulhacén al fondo. El cielo azul matizado con el vuelo pausado de los buitres, el paisaje árido pintado con los trazos de las lastras y el verde intenso que rodea la lámina del agua de las lagunas glaciares.

Cambiaremos de vertiente y pasaremos de ver el valle del Alto Dílar a las fabulosas vistas al Valle del Poqueira. Desde aquí tomaremos el conocido como Paso de los Guías y llegaremos hasta el Collado del Lobo donde haremos una parada obligada para disfrutar del mirador del Valdeinfierno al norte. Continuaremos por la Pista de Capileira atravesando el paso en U abierto entre los Raspones y Crestones de Río Seco.

Al traspasarla vemos un gran circo glaciar con las Lagunas de Río Seco verdeando a distintos niveles de la ladera.  Al fondo nuestro reto: el Mulhacén.

Seguimos la pista, pasando junto al Refugio de los Cuatro Vientos, hasta desviarnos a la izquierda, hacia Loma Pelá, desde donde bajaremos a la Laguna de la Caldera.  Y allí nos refrescamos, almorzamos y descansamos un poco.

Quitarse la mochila fue como ponerse a pasear por la Luna. Para evitar demasiadas horas de insolación la tendencia fue: a quien buena roca se arrima, buena sombra le cobija. Animadas conversaciones se alternaron con momentos de amodorramiento siestero.


Pronto decidimos partir hacia el Mulhacen dejando las mochilas junto a la laguna. Tardamos una hora y media en subir y una hora en bajar. El desnivel a superar es de unos 450 metros. Pasamos junto al refugio de la Caldera e iniciamos la subida.


El primer tramo de ascenso es moderado, pero pronto la pendiente se incrementa y debe superarse mediante un trazado zigzagueante. Y así llegamos al techo de la Península.



En la cima del Mulhacén, esa meca del montañismo, nos reciben cabras montesas muy descaradas que parecen oponerse a ceder su territorio. El paisaje lejano es inabarcable y el inmediato sorprendente: bloques de rocas metamórficas dispuestas de modo caprichoso dibujando un perfil cubista. Además, la ausencia de viento nos permite disfrutar aún más de este trocito del planeta.


Después de disfrutar de las vistas y de inmortalizar el momento con mil fotos, bajamos dejando en la cima un trocito de nuestro corazón. Regresamos a La Caldera donde, tras descansar unos minutos, nos ponemos las mochilas y regresamos hasta la Laguna de Aguas Verdes, a los pies del Collado de la Carihuela.

Respetando los borreguiles, montamos las tiendas y nos reunimos a cenar. Buena compañía, mucha hambre y una queimada con auténtico orujo gallego removida por un senderista de Orense. Y como hay luna nueva, el cielo se adorna con tantas estrellas que es hasta difícil identificar las costelaciones más conocidas. Y los fotógrafos montan los trípodes y, con su jerga incomprensible,  comienzan a pescar astros. La temperatura no baja de los 11, 12 grados, una maravilla.


El amanecer es impresionante; perezosamente el sol surge a la izquierda del Mulhacén; los primeros rayos intensifican el verde de los borreguiles y dibujan de plata las estrellas de las nieves (Plantagus nivalis). Por la noche en el cielo; al amanecer brillando en el suelo.




Tras desayunar y refrescarnos en una chorrera, subimos hasta el refugio de la Carihuela.


Y desde allí emprendemos la bajada hacia los Lagunillos de la Virgen. Los borreguiles que los rodean están preñados de la primavera sutil de la alta montaña, encontrando pequeñas flores endémicas.



Ya solo resta pasar junto a la Laguna de las Yeguas y retornar hasta La Olla de la Mora, haciendo una parada obligatoria junto a la Virgen de las Nieves.



Una magnífica ruta que, para quien escribe este blog, tuvo un aliciente adicional: contar con mi hijo y con sus dos mejores amigos, que lo han acompañado desde su infancia.





miércoles, 28 de junio de 2017

El grupo Conoce Granada en el Dilar.

También finaliza esta actividad donde estos chicos y chicas han ganado autonomía en su ciudad y han disfrutado de bonitas tardes y gratas compañías.



El punto y aparte lo ponemos fuera de la ciudad, en la ribera del Dilar. Damos un paseo, hacemos algunas actividades y juegos, almorzamos en el área recreativa y nos damos un chapuzón.

¡Qué disfrutéis de un bonito verano!

domingo, 25 de junio de 2017

Terminamos como lo hacen los cuentistas.


El pasado viernes terminó el curso escolar. Y nosotros contribuimos al punto y final como lo hacen los cuentistas: contando tres cuentos.

Sonrisas, historias e ilusiones para todos los niños y niñas con los que hemos trabajado este curso escolar, que deben haber sido una "pila".

sábado, 17 de junio de 2017

Isla Verde en más que números.


Entre estas dos imágenes podemos escribir los siguientes números para definir cuantitativamente el curso 2016-2017:

Intervenciones realizadas: 120
Número de participantes: 6.000
Horas trabajadas al servicio del proyecto: 2.121

Pero cualitativamente, desde que atendimos a los chicos y chicas del Lycee Professionnel Jeanne Delanoue, a principios de octubre, hasta la visita del grupo de Educadores Amnientales del curso de Forem Granada, atendida este sábado de junio deberíamos escribir: se ha trabajado con ilusión intentando aportar nuestro granito de arena al cambio de hábitos imprescindible para conseguir un mundo más sostenible.

Gracias al equipo de monitores y monitoras que han trabajado e Isla Verde, en Verde Velez y en los distintos colegios e institutos donde hemos trasladado el proyecto, para conseguir pasar de los números a la calidad como cualidad básica.

martes, 13 de junio de 2017

Se acerca el fin del curso: ¡Al abordaje!



Como ya viene siendo tradicional, cuando apuramos los últimos días del curso, un grupo de piratas bien divertidos, alivian el calor de los más pequeños con la fiesta del agua "¡El Abordaje!".

Además de las actividades desarrolladas otros años (la pista deslizante, las pompas, juegos con agua...) en esta ocasión hemos incorporado un cañón de espuma; esa nube de jabón contribuirá a despertar en la cara de los pequeños piratillas una limpia sonrisa.


domingo, 11 de junio de 2017

La luna en La Cueva de los Mármoles.


Hay senderos en los que te reencuentras con tu esencia, con los orígenes de tu especie. Somos parte de la naturaleza que se rige por los sones de la luz. No hace falta irse lejos, no es preciso buscar lugares exóticos y paradisíacos. Solo necesitamos una noche de luna, un bosque y la entrada de una cueva.

Y nuestra maravillosa Sierra de Huetor nos concede este deseo.


Esta noche lunática caminamos por un sendero que nos permite atravesar este Parque Natural por zonas rocosas y bosques de pinos y encinas. Hoy no buscamos panorámicas de paisajes; centramos nuestros sentidos en los murmullos, en la percepción casi olvidada de lo que la luna ilumina.

El sendero comienza muy cerca de la casa forestal Los Peñoncillos. Iniciamos la caminata en una pequeña vereda nos llevará directamente al corazón del Parque Natural Sierra de Huétor. Es un viejo camino de herradura que podría contarnos infinidad de historias serranas: la Cañada del Sereno.


Nos encontramos inmersos en un fantástico pinar de repoblación donde destaca el pino resinero.  A ras del polvoriento suelo el olor del tomillo, el romero y la mejorana. Poco después de la loma de los Corrales, camufladas en la penumbra, aparecen unas viejas construcciones ganaderas.

Continuamos, a media ladera, hasta el mirador de la Zarraca. Desde aquí vemos aparecer la luna difuminada por los jirones de nubes que descansan sobre el horizonte. En el monte frontero una mancha blanquecina nos indica la situación de la Cueva de lo Mármoles. Y hacia este emblemático lugar nos dirigimos.

Una vereda en ocasiones pedregosa y pendiente nos baja a lo hondo del valle. Los frontales son imprescindible, sobre todo cuando atravesamos un viejo pinar que parece ideado por Tim Burton. Sus ramas bajas y secas parecen reclamar nuestras almas. Al salir del bosque, una suave subida nos conduce hasta los prados que rodean esta cueva, labrada con paciencia geológica, por el agua.


Nos detenemos en esta oquedad donde estalagmitas y estalagtitas se unen formando hermosas columnas calizas. Es un encantador rincón de la sierra que por la noche nos hace viajar en el tiempo; dentro de la cueva, o sentados junto a su entrada, sentimos el influjo mágico de una luna aún no explicada. Ese caprichoso objeto que cambia de forma y posición en el cielo.




Desde allí bajaremos a la Fuente de la Teja, rodeados bajo un manto de pinos resineros, encinas y quejigos, y acompañados de madreselvas, ruscos, rosales silvestres y majuelos. Es un lugar fresco y tranquilo, lleno de surgencias de aguas que formarán parte del río Darro. Nos detenemos a refrescarnos en una de sus fuentes. Pero hoy esas escaleras presentan un matiz enigmático. "Baja a beber de mis aguas negras si, además de sed,  tienes arrojo suficiente"

Descendemos por una pista ancha acompañados por alisos, sauces, álamos, juncos. Y así, llegamos hasta un cruce en el que decidimos subir a las Trincheras de las Veguillas. Del bando de los sublevados, constituían una atalaya defensiva del valle abrupto del río Darro. Pasamos por sus túneles y sentimos la angustia y el miedo de las noches atrincheradas.

Finalmente, por unas veredas estrechas y umbrías llegamos de nuevo a la pista forestal que nos conduce al final de la jornada, a los Peñoncillos.

Una ruta nocturna y cálida que nos limpia de urbanidad.

Gracias a Ana, tecnologicgirl, por las fotos.