La Dehesa del Camarate (término municipal de Lugros) es unos de los rincones más hermosos del Parque Nacional de Sierra Nevada, con uno de los bosques caducifolios mejor conservados de toda Andalucía. Se encuentra en la vertiente norte de Sierra Nevada. Es una reliquia casi intacta que ha sobrevivido milagrosamente al mal hacer, tan frecuente, del mundo civilizado. La finca del Camarate ha sido dehesa de reses bravas hasta hace pocos años. Los toros se encargaron de mantener alejados a los curiosos y, tal vez por eso, este bosque se encuentre tan sano.
Entramos en los dominios del Cortijo del Camarate por una pequeña cancela que cerraremos tras nosotros. Tras el refrigerio matinal, tomamos un sendero, en parte empedrado, que asciende por el paraje de Las Hacillas. Robles, quejigos, cerezos silvestres, sauces, fresnos y arces dan color al otoño. Poco a poco comenzamos a tener unas vistas impresionantes sobre el valle del Río Alhama.
Por un precioso camino al que el agua pone banda sonora vamos acercándonos al pueblo. Retamas, gallumbas y rascaviejas rodean la acequia.
Y la receta nos la regala Cristina: croquetas de espinacas.
Una cebolla bien picadita la pochamos junto con un puñado de piñones y pasas. Añadimos cinco o seis cucharadas colmadas de harina y unos tres cuartos de leche. Con mucho mimo hacemos la bechamel. En otra sartén reogamos unas espinacas muy picaditas y las incorporamos a la bechamel. Lo ligamos todo bien y dejamos la masa enfriar. Batimos unos huevos y hacemos las croquetas: cogemos una cucharada de masa, la pasamos por el huevo batido y la rebozamos con pan rallado. Finalmente las freímos en aceite de oliva bien caliente.
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