domingo, 11 de junio de 2017

La luna en La Cueva de los Mármoles.


Hay senderos en los que te reencuentras con tu esencia, con los orígenes de tu especie. Somos parte de la naturaleza que se rige por los sones de la luz. No hace falta irse lejos, no es preciso buscar lugares exóticos y paradisíacos. Solo necesitamos una noche de luna, un bosque y la entrada de una cueva.

Y nuestra maravillosa Sierra de Huetor nos concede este deseo.


Esta noche lunática caminamos por un sendero que nos permite atravesar este Parque Natural por zonas rocosas y bosques de pinos y encinas. Hoy no buscamos panorámicas de paisajes; centramos nuestros sentidos en los murmullos, en la percepción casi olvidada de lo que la luna ilumina.

El sendero comienza muy cerca de la casa forestal Los Peñoncillos. Iniciamos la caminata en una pequeña vereda nos llevará directamente al corazón del Parque Natural Sierra de Huétor. Es un viejo camino de herradura que podría contarnos infinidad de historias serranas: la Cañada del Sereno.


Nos encontramos inmersos en un fantástico pinar de repoblación donde destaca el pino resinero.  A ras del polvoriento suelo el olor del tomillo, el romero y la mejorana. Poco después de la loma de los Corrales, camufladas en la penumbra, aparecen unas viejas construcciones ganaderas.

Continuamos, a media ladera, hasta el mirador de la Zarraca. Desde aquí vemos aparecer la luna difuminada por los jirones de nubes que descansan sobre el horizonte. En el monte frontero una mancha blanquecina nos indica la situación de la Cueva de lo Mármoles. Y hacia este emblemático lugar nos dirigimos.

Una vereda en ocasiones pedregosa y pendiente nos baja a lo hondo del valle. Los frontales son imprescindible, sobre todo cuando atravesamos un viejo pinar que parece ideado por Tim Burton. Sus ramas bajas y secas parecen reclamar nuestras almas. Al salir del bosque, una suave subida nos conduce hasta los prados que rodean esta cueva, labrada con paciencia geológica, por el agua.


Nos detenemos en esta oquedad donde estalagmitas y estalagtitas se unen formando hermosas columnas calizas. Es un encantador rincón de la sierra que por la noche nos hace viajar en el tiempo; dentro de la cueva, o sentados junto a su entrada, sentimos el influjo mágico de una luna aún no explicada. Ese caprichoso objeto que cambia de forma y posición en el cielo.




Desde allí bajaremos a la Fuente de la Teja, rodeados bajo un manto de pinos resineros, encinas y quejigos, y acompañados de madreselvas, ruscos, rosales silvestres y majuelos. Es un lugar fresco y tranquilo, lleno de surgencias de aguas que formarán parte del río Darro. Nos detenemos a refrescarnos en una de sus fuentes. Pero hoy esas escaleras presentan un matiz enigmático. "Baja a beber de mis aguas negras si, además de sed,  tienes arrojo suficiente"

Descendemos por una pista ancha acompañados por alisos, sauces, álamos, juncos. Y así, llegamos hasta un cruce en el que decidimos subir a las Trincheras de las Veguillas. Del bando de los sublevados, constituían una atalaya defensiva del valle abrupto del río Darro. Pasamos por sus túneles y sentimos la angustia y el miedo de las noches atrincheradas.

Finalmente, por unas veredas estrechas y umbrías llegamos de nuevo a la pista forestal que nos conduce al final de la jornada, a los Peñoncillos.

Una ruta nocturna y cálida que nos limpia de urbanidad.

Gracias a Ana, tecnologicgirl, por las fotos.

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