miércoles, 19 de marzo de 2014

La Acequia Real

 
Desde Plaza Nueva subimos el Cerro de la Sabika por la cuesta de los Chinos. Una vez arriba, y tras hacernos una foto junto a la Torre del Agua bajo el acueducto de la Acequia Real, nos dirigimos hacia la Silla del Moro, construcción de vigilancia y protección para el Generalife y las huertas en un sector tan importante para la distribución del agua de la Acequia Real a toda la Alhambra.

Hasta la segunda mitad del s. XX en que se inició la reconstrucción de la torre principal y de los muros, el conjunto monumental permaneció en un estado de ruina y abandono. Desde la ciudad se asemejaba a una gran silla desde donde el rey moro podía contemplar su reino. 

Fue a partir de 1929, con Torres Balbás, cuando se comenzó a prestarle atención, al descubrirse los restos de su escalera de acceso y de la puerta de la gran torre que entonces estaba destruida casi en su totalidad.  También se denomino Castillo de Santa Elena debido a su consagración como iglesia.

Dejamos atrás el monumento y bajamos hasta encontrarnos con las sendas que recorren la umbría del Cerro del Sol adentrándose hacia Valparaiso, el Valle del Darro.   Tomamos la vereda baja de la Acequia Real para caminar hacia el sol saliente. A media ladera contemplamos de oeste a este el Albaicín, el Sacromonte, la Abadía y las cumbres nevadas de la sierra.

La Acequia Real de la Alhambra, también llamada de la Alhambra, del Rey, de Alcotán o del Sol,.canalizaba el agua procedente del río Darro desde la Presa Real, situada en el paraje de Jesús del Valle. Tiene un trazado de unos seis kilómetros hasta llegar a las huertas del Palacio del Generalife y a la Alhambra. 


En la época nazarí se dividía en dos ramales antes de su entrada al Generalife, la Acequia del Tercio, que circula a una mayor altura, y la Acequia de los Dos Tercios, con una trayectoria más baja. Los nombres de ambas conducciones se relacionaban con la proporción de agua que recibía cada una. Tras la Toma de Granada en 1492, la acequia musulmana sería sustituida por otra excavada en la tierra y reforzada con piedras en la base y en los laterales. 

Caminamos por esta vereda baja hasta llegar a un pequeño acueducto en al Barranco de las Tinajas. En el camino llama nuestra atención numerosos túneles dedicados a el control y limpieza de la acequia. Sería más soñador imaginar que son galerías misteriosas sacadas de las leyendas de Washington Irving donde permanecen escondidos tesoros de los antiguos pobladores de la Alhambra.


Regresamos por nuestros pasos hasta tomar una senda que asciende hasta la vereda alta; la tomamos hacia la derecha. Al cabo de un par de kilómetros, cuando de nuevo contemplamos la Abadía del Sacromonte, tomamos otra senda ascendente que no llevará hasta el Aljibe de la Lluvia. Allí descansamos al sol y reponemos fuerzas.

 
Dirigimos nuestros pasos hacia el mirador de la Silla del Moro y desde allí descendemos hasta Granada. Atravesamos el fresco Bosque de la Alhambra acompañado por el murmullo del agua y las historias que surgen junto a la Puerta de Bib-rambla o a la Fuente de los Tomates. Y entramos en la ciudad por la Puerta de las Granadas.

Y la receta de hoy ya tiene aroma a Semana Santa: torrijas.

Ponemos leche a hervir con una rama de canela y una cáscara de limón. Añadimos un par de cucharadas de azúcar. Cortamos rebanadas de una barra de pan de "un día pa otro". Mojamos las rebanadas de pan en la leche tibia y lo vamos poniendo en un plato. Cuando escurre un poco se pasan por huevo y se fríen con aceite de oliva. Se dejan escurrir en un plato con unas servilletas. Cuando están frías se endulzan con una mezcla de azúcar y canela.   

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