Una solitaria cruz, que corona el Collado de Víznar, y una cueva moldeada por el agua, dan nombre a este sendero con vistas a los recortados valles de la Sierra de Huetor y con espléndidas panorámicas de la Vega de Granada y Sierra Nevada.
Seguimos ascendiendo hasta el Mirador de Viznar, donde descansamos contemplando el precioso Valle del Darro.
Es como un collage: con papeles de distintas texturas recortamos perfiles serranos y los superponemos unos sobre otros; y al fondo, alzándose hasta alcanzar las nubes bajas, el deslumbrante perfil de Sierra Nevada. El sol, aún recostado hacia el Este, pretende, sin éxito, que apartemos nuestra mirada admirada.
La nieve es siempre compañera.
Situada en las entrañas del Collado del Agua, a 1.400 metros sobre el nivel del mar, la gruta se esconde al fondo de un estrecho pasillo natural excavado en la roca. Debió ser un rincón precioso, pero la estupidez lo ha privado de las estalactitas y estalagmitas talladas con infinita paciencia por el agua.
La llegada al cruce de caminos del Collado de Víznar se agradece tras el esfuerzo realizado. Nos recibe un sol de mediodía y en pocos metros pasamos del invierno a la primavera.
Cocemos las judías blancas (las hemos dejado en remojo toda la noche) con sal, laurel, un pimiento colorado seco y unos dientes de ajo machados. Por otro lado hacemos un sofrito con ajo, cebolleta, pimiento verde y champiñones. Cuando esta pochadito se añade la sepia troceada y se le da un mareillo. Ya solo resta añadir el sofrito a las judías y dar un hervor.
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