martes, 22 de marzo de 2016

Seguimos soñando.

Mientras seguimos compartiendo el sueño de Saint Exupery, el mundo cada vez es más difícil de entender. Si El Principito volviese a aparecer sobre la Tierra se apresuraría a que la serpiente mordiese de nuevo su tobillo para así regresar a su asteroide.

Comenzamos jugando con la caja donde el aviador guardó el cordero. Pero ¿Y si en su interior se esconde otra cosa? Íbamos metiendo la mano y averiguando con mucho tacto el contenido de tan famosa caja.

Hoy hemos cogido la pala, no para arrancar retoños de baobab, sino para sembrar judías de un sorprendente color rosa y espinacas. Además hemos colocado un comedero para los pájaros, haber si así se olvidan de comerse lo que nosotros plantamos. Para proteger nuestras lechugas y acelgas recién plantadas, no les colocamos una campana de cristal como hizo el Principito con su rosa; nosotros le espolvoreamos un poco de yeso (es un remedio que ha compartido con nosotros un viejo agricultor).

Manos a la obra realizamos un porta-fotos, los dos siguientes mini-libros de el cuento que vivimos y un avión como el que se le estropeó al aviador y que terminó en mitad del desierto.

Tras la merienda y después de echar un rato con los animales, aprovechando un delicioso sol de primavera, hemos jugado un rato.

Finalizamos la mañana haciendo una serpiente que nos recuerda la que aparece en uno de los capítulos de El Principito, la que se enrolla en su tobillo como un brazalete de oro, un anillo color de luna que se mueve en la arena, más poderosa que el dedo de un rey y que te puede llevar más lejos que un navío, esa que habla en enigmas y los resuelve todos.

Y como aprovechamos todos los instantes, nos da tiempo a jugar a "¿Quién se ha comido la boa?"

Queremos agradecer a María, Celia y Andrea la ayuda tan grande que nos prestando para que estos días sean especialmente bonitos.

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