Y para satisfacer a todos los pies que llevamos, realizaremos dos rutas diferentes; la combinación de ambas nos permitirían apreciar los contrastados paisajes de estas tierras.
Si miramos al cielo la montaña que circunda el Cerro del Manar, pedregosa y abrupta, donde los pinos, rodeados de plantas aromáticas, hunden trabajosamente sus raíces y muestras retorcidos y rugosos troncos; siempre orgullosas del último recorte superpuesto en el paisaje, el perfil nevado de la sierra.
Si miramos al suelo la vega del Padul, la depresión donde brillan las únicas lagunas de la Provincia de Granada; anátidas y carrizos en armonía con las tierras de cultivo y las turberas más meridionales de Europa. Y como los trazos de un delineante, las madres que conducen las aguas al río viejo de la Laguna. Bajo el suelo los fósiles de mamut que son testigo de la inabarcable historia de la Tierra en la que nosotros somos un leve y maravillosos suspiro.

Unas pinceladas de los que transitaron por la vega, un itinerario sin cuestas por un terreno parcialmente labrado, salpicado de pequeñas lagunas y manantiales que vierten sus aguas a unos canales de drenaje denominados localmente “madres”. Nos encaminaremos hacia el manantial del Ojo Oscuro, pasando previamente por la alberca Palmones.

Siguiendo la linde de una madre llegaremos hasta el Arroyo Viejo y la Fuente del Mal Nombre. En este curioso lugar, junto la ladera del Cerro de los Molinos, visitaremos las huellas del camino ibero-romano. Finalmente nos encaminaremos hacia el pueblo del Padul por el Camino de los Molinos.


El trazado coincide con el límite del espacio natural de Sierra Nevada. Después de cruzar varios barrancos por unos diques bien conservados, nos olvidamos de la subida dura y zigzagueante que salva un desnivel de unos 230 m en unos tres kilómetros hasta la cima. Dejamos este desvío a la derecha y seguimos por la vereda al frente, bordeando el pinar y la vera de cultivo de olivos y almendros.

Nos desviamos por el camino de la izquierda unos cientos de metros para ver unas curiosas cruces cuya historia desconocemos. Serían un genial comienzo para una novela. Retornamos tomando ahora el camino que nos llevaría hasta la Silleta del Padul.


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