miércoles, 19 de febrero de 2025

Las Veredas de la Abadía

Datos de la ruta:



En imágenes:


Breve descripción: 

En esta sencilla ruta unimos el Albayzin con la Abadía del Sacromonte pasando por el Cerro de san Miguel y el de Manflor. Son veredas heridas por el fuego y la erosión, donde las actuales repoblaciones están alterando significativamente las laderas. Esperemos que para bien. 

Partimos de Plaza Nueva. Por la Cuesta del Chapiz subimos hasta la Placeta de Albaida. Desde allí, por la Calle de San Luis llegamos al Aljibe de Santa Isabel de los Abades y al mirador de la Cruz de Rauda. Desde allí subimos los escalones que nos alzan hasta la Ermita de San Miguel Alto, coronando el cerro del Aceituno, donde decían que había un viejo olivo que daba frutos el día de San Juan.



Tomamos ahora una vereda que va serpenteando por los distintos barrancos hasta llegar a un cortafuegos. Pasamos por el Mirador de Lola y por el de la Luna, desde donde contemplamos el Sacromonte, la Alhambra y el centro de la ciudad.


Empezamos a caminar por una vereda en la solana del Cerro de san Miguel que sigue el Barranco del Sacromonte hasta conducirnos a la carretera del Fargue. Las repoblaciones han deteriorado bastante este camino. 



Tras un refrigerio, cruzamos la carretera y caminamos por la umbría del cerro de Manflor donde las máquinas están aterrazando toda la zona para plantar pinos, olivos y otras especies destinadas a la reforestación de la zona. Tras pasar por un mirador, bajamos a la Abadía del Sacromonte (siglo XVII).




La abadía, construida junto a las Santas Cuevas, tuvo gran importancia como complejo cultural y religioso. En 1595 se hallaron, en el monte Ilupitano (actualmente el Sacromonte), unas reliquias que atribuyeron a San Cecilio, discípulo del Apóstol Santiago, así como unas placas de plomo escritas en árabe, en unos hornos de época romana; se conocieron como los libros plúmbeos. El fervor que despertó dio lugar a un vía crucis con 1200 cruces que terminaba en una pequeña capilla dedicada al Santo Sepulcro. 


Ya solo resta dirigirnos a la ciudad por el camino del Sacromonte. Terminamos junto a la estatua de Mariano Fernández Santiago, conocido como "Chorrojumo", un gitano granadino de la segunda mitad del siglo XIX. El nombre le venía de su oficio original, el de herrero, y su inmortalidad se debe en buena medida al pintor Mariano Fortuny que en una visita a Granada lo pintó disfrazado con un traje de gitano goyesco, hacia 1868. El gitano astuto, le gustó el disfraz se autocalificó como “rey de los gitanos” y “señor de los bosques de la Alhambra” y se dedicó a ganarse la vida contando a los turistas historias sobre la Alhambra. Más de uno sigue sus pasos. 

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