jueves, 10 de enero de 2013

El valle escondido del Castillejo

Iniciamos un feliz año de senderismo con el Club Buenos Aires. Quemamos los mantecados, turrones y otros deliciosos excesos caminando hacia el escondido y lleno de encantos Valle del Castillejo. Algunas cuestas y caminos sembrados de escarcha matinal de enero nos conducen hasta este cerrado paraje coronado por un castillo ajado por fríos, vientos, calores y golpes de historia.

Desde Güejar bajamos a la  Central Eléctrica del “El Castañar” y al embarcadero. Cruzamos el puente y comenzamos el ascenso hasta el Cortijo de los Julianes.

Aquí es donde se inicia propiamente la vereda hacia el Castillejo que nos conduce, por una respetable pendiente, hasta una portilla que hace a las veces de entrada y mirador del  Barranco del Castillejo; el suelo helado facilita el ascenso por un terreno habitualmente muy arenoso y descarnado. En las colmenas las abejas imaginan las aulagas en flor. 

 
Dejamos atrás una ventana labrada por el cincel magistral de la naturaleza y conforme caminamos nos vamos aproximando al arroyo que baja por el barranco. Llegamos a la Fuente del Tío Perrancano, acompañada por unos cerezos desnudos de invierno. Allí vadeamos el riachuelo. Al otro lado, en la solana, continuamos en ascenso para dirigirnos hacia el Cerro del Castillo; Güejar Sierra y el imponente Calar, dibujan un precioso telón frente a nosotros. 


Llegamos a un verde collado donde observamos una antigua era de piedra y un cruce de veredas: la de la derecha nos eleva en un último impulso hasta los restos del Castillejo y al Mirador en donde se encuentra enclavada una vieja cruz de madera.


Hoy la receta es cortesía de Loli López: pollo con tomillo de nuestros montes.

Troceamos un buen pollo y se dora en aceite de oliva con media ramita de canela. Se pica una cebolla y se añade a la sartén. Cuando está pochadita, se echa un buen chorreón de coñac y se flambea. La tapa de la sartén se deja cerca por si acaso. Cuando el alcohol se consume añadimos medio vaso de agua, el tomillo cogido en alguno de nuestros paseos, unas ciruelas pasas y un puñado de piñones. Y cuando, tras unos chops, chops, termina de cocerse, el pollo está listo para ser servido.

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