Una solitaria cruz que corona el Collado de Víznar da nombre a este sendero que tiene mucho interés para los amantes de la flora y la fauna pero también, para todos aquellos que disfrutan con unas espléndidas panorámicas de la Vega de Granada y Sierra Nevada.
Desde Viznar, dejando a la izquierda la acequia Aynadamar, nos dirigimos hacia el Barranco de Viznar. Sierra Elvira aparece como una isla rodeada de un mar de nubes.
Con cierta dificultad, debido a la estrechez del sendero y a la humedad que atesora, vamos subiendo hasta alcanzar el Área Recreativa de Puerto Lobo.
Seguimos la pista forestal de la Alfaguara que discurre por terreno llano. Llegamos a una senda que inicia una subida hacia la derecha. Aquí encontramos una placa homenaje a un montañero. Ascendemos entre pinares por el Barranco de la Umbría. Nos encontramos con pinsapos, árboles muy singulares de esta sierra. La llegada al Collado de Víznar se agradece tras el esfuerzo realizado; el murmullo de charlas y chascarrillos se ha ido silenciando a medida que trepábamos.
En el Collado de Víznar nos espera un mal invitado, una espesa niebla. El mágico y tenebroso ambiente que crea al danzar entre los árboles y besar las rocas, nos recuerda que esta noche se celebra Halloween en el mundo anglosajón (y por imitación en el nuestro, como la comida basura y otras delicias).
La prudencia que debe acompañar siempre a los senderistas nos recomienda dejar la subida a la cruz para otra ocasión.
Ahora nos espera un pronunciado descenso por la solana de la Cruz de Víznar, a lo largo del cual la senda se ha estrechado y discurre bordeando un roquedo dolomítico.
El compañerismo siempre acompaña nuestros pasos, ahora un poco quebrados por lo abrupto del terreno. La senda termina en Puerto Lobo desde donde marchamos a Viznar.
Juan nos propuso una magnífica receta, tortilla de atún; y es que hace unos días lió huevos alrededor del atún, su primera experiencia culinaria para sorpresa de su señora.
Pero, sin desmerecer su arrojo, Manolo, el más veterano de los senderistas, nos dio la receta de la jornada: migas de pan.
Dejamos la noche de antes rebanadas de pan de pueblo hecho en horno de leña (si es de La Peza, mucho mejor). El pan tiene que estar asentado, es decir, llevar hecho tres o cuatro días. En la sartén freímos en abundante aceite de oliva pimientos verdes en trozos grandes y medios ajos con las cáscara. En otra sartén freímos unos torreznos.
Picamos el pan y lo mareamos en el aceite donde hemos frito los ajos y los pimientos. Se le dan vueltas y vueltas hasta que las migas se pongan rubias. Se le revuelven los torreznos y se acompaña con uvas y un buen melón.
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