

Las tierras de labor, tan antiguas como sus centenarios olivos, se alternan con pinares de repoblación y manchas de bosque mediterráneo. La vegetación de ribera se encajona entorno al río y las rupícolas se funden con las rocas de las abruptas laderas. Aparecen cuevas por todas partes en cuyos salientes uno puede imaginar a sus antiguos habitantes asomándose al valle.


Nos adentramos en los "Tajos de la Hoz", garganta natural excavada por el constante fluir del río que, junto a la exuberante vegetación ribereña, nos aporta una fresca sensación muy adecuada para esta calurosa mañana de mayo.
Pronto dejamos a la izquierda la Central Electrica de San Jose, atravesando por un puente de madera y metal que aguanta el peso de toda la tropa. Caminamos junto a una acequia que pronto nos deja buscando el río.

Despues de echar un trago seguimos ascendiendo hasta llegar a una presa, donde mis pajaritos vadean el Velillos. En una oquedad cientos de aviones trazan sus entrecruzados vuelos frenéticos.
El ascenso se vuelve cada vez más duro, pero estos senderistas pueden con todo. Tras pasar por un mirador, llegamos a la curiosa Fuente de Corcuela, donde una espiral tallada en el suelo recoge las aguas de este manantial. Aquí hacemos una parada para retomar fuerzas.
Desde allí nos dirigimos a Moclín. De nuevo vamos ascendiendo, primero por una vereda soleada y luego bajo el alivio de la sombra de un bonito pinar. En lo alto del barranco contemplamos el Castillo de Moclín.



A medio camino nos detenemos a contemplar las pinturas rupestres dibujadas hace miles de años en un abrigo. Cazadores y cabras se entrevén a pesar del paso del tiempo.

En la trasera de la ermita visitamos restos de trincheras de la Guerra Civil.


Desde Moclín tomamos el bus a Tozar, una localidad pequeña pero llena de historia. Ha acogido diferentes culturas desde la prehistoria, dejando su impronta en el grupo arqueológico que visitamos. En un pedacillo de terreno de labranza podemos ver una necrópolis mozárabe con más de ochenta enterramientos, la "Pileta de la Zorra", un sepulcro megalítico, unos silos de un poblado medieval del siglo IX y trincheras y fortificaciones de la Guerra Civil.
Terminamos en el Mesón Marcelo disfrutando de buena compañía y brindando por estas rutas trazadas con pasos decididos al compás de muchos cariños.