En esta representación, al tiempo que una anciana va dando vueltas al chocolate, historias exóticas, melancólicas e inquietantes van narrándose al ritmo del cucharon. Entre líneas se habla de la importancia de alcanzar sueños pero con el tino de no pretender lo imposible, la necesidad de apreciar lo que tenemos como paso imprescindible para ser felices, la amistad y... que es mejor no hacer pactos con encantados ni caminar por ese rincón del cementerio repleto de tumbas olvidadas. Al final todos tomamos un vasito de chocolate.
Fue divertido jugar con las palabras y los gestos para conseguir sorprender sin asustar en exceso al público menudo. Más de un papa y una mama se habrán acordado de nosotros esta noche.
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