Con los Senderistas de Casa de Porras hemos disfrutado de una ruta nocturna por la Sierra de Huétor. Todo cambia cuando el sol cede la responsabilidad de alumbrar el paisaje a la luna. Y es un momento único para despertar sensaciones nuevas e imprescindibles para entender el lado oscuro de la naturaleza.
Comenzamos en Alfacar, en Fuente Grande, cuando el sol se está poniendo por el horizonte. Son las nueve y la luz es la del atardecer, esos rayos de sol que nos iluminan a pesar de que el astro ya no está; esa contradicción aparente da color al horizonte.
Nos dirigimos hacia el pueblo vecino de Viznar por los Caracolares, una playa fósil. Con una temperatura aún cálida, tal vez alimentada por el calor guardado en la roca, llegamos hasta el Barranco de Víznar.
Cruzamos la fosa común de la Guerra Civil española. Y nos detenemos un momento en este lugar de la memoria. Unas carpas nos indican el esfuerzo vital por recuperar los huesos del olvido. No es remover el pasado, es la justicia de cerrar con dignidad las heridas de la historia. En esta gran fosa común están enterradas entre 3.000 y 4.000 personas según las investigaciones de la Junta de Andalucía.
Y leemos un fragmento del poema "Fábula y rueda de tres amigos", publicado en "Poeta en Nueva York" en el que Federico García Lorca anticipó su propia muerte. El poeta granadino, asesinado en la madrugada del 18 de agosto de 1936 por militares golpistas, acusado de "socialista, masón y homosexual" parece hablar del crimen en estos versos escritos durante su estancia en la Universidad de Columbia:
Cuando se hundieron las formas puras / bajo el cri cri de las margaritas, / comprendí que me habían asesinado. / Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias, / abrieron los toneles y los armarios, / destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. / Ya no me encontraron. / ¿No me encontraron? / No. No me encontraron. / Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba, / y que el mar recordó ¡de pronto! / los nombres de todos sus ahogados.
Desde aquí parte una vereda a la derecha que asciende entre pinos y matas de romero y tomillo para dejarnos en el Área Recreativa de Puerto Lobo. Se ha hecho de noche y la luna aún se esconde.
Subimos por unas escaleras de altos peldaños iluminadas por las luces del centro del Infoca. Es un faro desde donde se vela por esta maravillosa sierra.
Nos encontramos en el Centro de Interpretación de Puerto Lobo. Tomamos ahora una vereda, debidamente señalizada, hacia las Trincheras. Se trata de la Senda del Maúllo. Al principio el sendero desciende atravesando un hermoso mosaico vegetal compuesto principalmente por jóvenes cedros, pinos, algunos olivos y álamos, para finalmente ascender hasta un carril forestal que seguiremos a la derecha.
Reconocemos el canto de un superviviente, el cárabo (Strix aluco). Es una rapaz nocturna de tamaño medio frecuente en los bosques mediterráneos. Es muy adaptable a los cambios del medio, lo que ahora llamaríamos un animal resiliente. Escuchamos su canto, un ulular lastimero con secuencias repetidas de notas largas alternadas con otras cortas. Algo así: houuuuuuu ...... ho, ho, ho huuuuu. No lo vemos, que se esconde sin dejar sombra. Pero a esto de las sombras volveremos luego.
Desde ese carril, asciende una estrecha y agradable vereda rodeada de plantas aromáticas que nos sitúa en las Trincheras del Maúllo (1.380 metros).
Caminamos por sus pasillos acariciando las piedras que los conforman, nos asomamos al nido de ametralladoras, sentimos la angustia de los soldados. Y la luna aparece jugueteando con las nubes. En lo alto de las trincheras nos detenemos a contemplar el paisaje nocturno. Bajo nosotros las luces de Huétor Santillán. Siguen cantando los búhos, aunque según cuentan allí se escuchaban los maullidos de los soldados para comunicarse unos con otros y de ahí el nombre del lugar.
Bajamos de este cerro y ahora tomamos la pista de la Alfaguara a la derecha. Caminaremos por esta pista, ya proyectando sombras de luna, hasta llegar cerca de la subida a la Cruz de Viznar por el Barranco de la Umbría. En este lugar nos desviamos hacia la derecha para cruzar el barranco y seguimos la pista para dirigirnos a la misteriosa Cueva del Gato.
Un atajo nos ahorra un amplio tramo de vereda y en la curva de la pista forestal subimos doscientos metros hasta la cueva.
Alumbrados por la luna cenamos y luego entramos en la cueva labrada, con paciencia, por el agua, formando caprichosas formas en las paredes y en el techo, negro por el humo de las hogueras de los pastores que usaban estas oquedades como apriscos para el ganado.
Y como al amor de las hogueras se contaban historias, nosotros contamos la nuestra, "El Relojero sin sombra". Apagamos los frontales, se hace el silencio. Y comienza la historia
Regresamos por la pista forestal a Puerto Lobo. Por el camino nos encontramos con un sapo corredor (Epidalea calamita) en sus andanzas nocturnas. Otro superviviente. Este batracio es capaz de sobrevivir en zonas bastante secas. Solo precisa trazas de humedad y alguna charca temporal para reproducirse.
Es fácil de reconocer por su línea dorsal amarilla o verde clarita. Tras mearse en las manos de un pesao, lo dejamos tranquilo y acelera el paso, que saltar es poco elegante para el.
Por la carretera, a paso muy apañao, nos vamos hacia el pueblo de Viznar. Antes de llegar, Luis nos muestra un atajo para llegar directamente a la carretera que une esta localidad con Alfacar.
Ya solo resta seguir el trazado de la acequia Aynadamar para llegar, cansados por trasnochar en las trochas, hasta Fuente Grande.
Recorremos así casi 16 kilómetros con un desnivel acumulado de 600 metros, un cárabo, un sapo, una triste fosa común, una trinchera de la intransigencia, una cueva y una sombra perdida. Y el deseo de que Antonio se recupere del tropezón.
Aprovecho para felicitar su día a todas las madres senderistas.
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