El viernes 25 de octubre dinamizamos una visita teatralizada por lugares emblemáticos de Armilla, centrándonos en la preciosa casa Museo García de Viedma. La actividad forma parte de las Jornadas sobre la Vega que organiza el Ayuntamiento de Armilla.
Comenzamos en la Casa de la Cultura donde un caminante mozárabe capaz de viajar por caminos y tiempos nos invita a acompañarle hasta el lugar donde pedirá hospedaje. En el trayecto repasa acontecimientos históricos de la localidad, desde los cambios acompasados entre gentes y cultivos hasta los armillus o brazaletes con los que se condecoraban a los soldados romanos.
Y nos habla de las eras y los niños tiznados, las Tres Cruces, el Bocanegra y la caña dul, las carretas cargadas de castañas, el Barrio de Napoleón, Las Pedras y la acequia donde lavaban, ...
Al llegar a Viedma una señora tan amable como dicharachera le da hospedaje y recibe a los acompañantes. La casera les da la bienvenida a esta antigua casa señorial (siglo XVIII) vinculada al trabajo en la vega durante siglos. En su fachada están los escudos de los Viedma y los Saavedra que vivieron aquí hasta el siglo pasado.
Los pasa y les va contando alguno de los oficios que se realizaban en aquella casa. Comenta que en este momento estaba apañando unas aceitunas. Delante de todos los visitantes elabora la receta mozárabe para apañar las aceitunas.
De repente se escucha una música oriental. La casera los pasa al patio principal y les comenta que en la casa se ha alojado una bailarina. Atesora la sabiduría de las danzas de oriente. Como no tiene como pagar la estancia, nos va a amenizar con algunas de sus danzas.
La bailarina aparece y con maestría y sensualidad nos hipnotiza con dos maravillosas danzas. Saluda y se retira a sus aposentos.
En ese momento la casera se acuerda de otro extraño personaje que se aloja en las cuadras de la casa. Invita a la gente a conocerle. En aquel espacio contagiado de su oscuridad y misterio les narra la historia del encantado.
Cuentan que cierto día de otoño, cercano a la noche de los difuntos, un labrador regresaba de sus labores cuando ya anochecía. En mitad de un carril, que actualmente se conoce como el Camino del Cementerio, se encontró con un misterioso monje portando raídas ropas y una capucha que ocultaba su rostro. Su mano pálida de largos y huesudos dedos balanceaba, con un tintineo siniestro, tres oxidadas llaves.
Lo dejamos con sus lamentos e intentos de cerrar un trato con alguno de los visitantes y mientras escuchamos su "Yo seré tu y tu serás yo" marchamos al patio central de la casa donde nos espera un ágape de frutos otoñales y pastelillos mozárabes.
1 comentario:
Excelente equipo! Noche mágica
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