miércoles, 15 de marzo de 2017

En la Alfaguara.



Hoy penetramos el corazón de la Sierra de Huetor, esos valles y montañas tan accesibles y siempre dispuestos a crearnos gratas sensaciones. Nuestro camino comienza junto a la carretera que conduce a la Alfaguara, a 4 kilómetros de Fuente Grande, en la cercana población del agua y el pan,  Alfacar.

Caminamos por un carril forestal que asciende suavemente junto al precioso Barranco del Puerto, situado a nuestra izquierda. Poco a poco la senda se traza por el propio barranco cuya humedad se evidencia en los líquenes que adornan los troncos de los árboles, en los musgos que verdean las calizas y en los quejigos aún desnudos que nos muestras sus redondas agallas. Abundan los enebros y los rascaviejas.


Tras aproximadamente 900 metros de recorrido, abandonamos esta vereda y este paisaje para continuar a la derecha por una camino que nos muestra espacios más abiertos, pasando del bosque al prado de montaña. Aquí encontraremos los restos de una antigua fuente abrevadero y el trazado caprichoso de un regato. Estamos en la Alfaguarilla. El rosal silvestre o escaramujo recorta sus peladas ramas contra el azul del cielo presumiendo de rojos tapaculos.

El rey de estos prados es Pino Gordo, un enorme pino resinero centenario.  Este ejemplar, al igual que el resto de pinos resineros de la zona, estaba sometido en el pasado a un régimen agrícola, pues la resina de estos árboles es una fuente rica en trementina, que por destilación proporciona el aguarrás y un residuo llamado colofonia o pez griega que, entre otros fines, es utilizado en la fabricación de neumáticos, encolado de papel e incluso chicles.

Dejando atrás a este magnífico árbol, tomamos una vereda a la derecha que se va estrechando al tiempo que serpentea entre pinos, encinas y quejigos. En los bordes del camino un montón de jaras nos invitan a venir en la primavera para mostrarnos sus flores. En la ladera del monte que dejamos a la izquierda vemos la Alfaguara, con el Majalijar nevado al fondo.

Seguimos por esta vereda hasta llegar a un cruce que nos indica que la Cueva del Agua se encuentra siguiendo el carril a la derecha. En ascenso nos acercamos a este emblemático lugar labrado con agua, roca y paciencia, un misterioso rincón de la sierra, que ha dado cobijo a animales y personas; y a cambio ha sufrido, como tantos otros, la brutalidad de la gente que no respeta la belleza que a todos y a nadie nos pertenece. Desde el mirador que hay junto a la cueva las vistas son impresionantes.


Retornamos por este camino hasta el cruce, pasando por un transformador que daba electricidad al sanatorio que en breve visitaremos. Bajamos hasta llegar a la pista forestal que seguimos unos metros a la izquierda para luego salirnos de ella pos una vereda más estrecha a la derecha. Llegamos así hasta el Monte de Juan o de Fuente Fría. Lo rodearemos contemplando los pinsapos, Fuente Fría y su abrevadero y deteniéndonos en el Sanatorio de Tuberculosos de la Alfaguara.


Dos magníficos cedros con un porte poco habitual nos dan la bienvenida. Estamos ante las ruinas de
un lugar donde, desde 1920, se curaron muchas personas aquejadas de tuberculosis gracias a los cuidados  y dedicación del equipo dirigido por Bertha Whilelmi, y Elena Bickman, que fue quien lo mantuvo hasta los años setenta.


Aunque a Berta la nombramos al contar historias fantasmagóricas sin fundamento alguno, realmente fue una mujer valiente de reconocida humanidad filantrópica. Fue muy notable su participación en la Institución Libre de Enseñanza. También se integró en la lucha feminista y en 1912 creó con su propio pecunio una escuela mixta en Pinos Genil y una biblioteca popular con el apoyo del Ayuntamiento. Además se implica en la lucha contra el analfabetismo, la pobreza  y la tuberculosis que sufrían los ciudadanos más desfavorecidos de Granada. Culminó su proyecto con la construcción del Sanatorio de la Alfaguara, en el pueblo granadino de Alfacar, en plena Sierra de Huetor, en el que invirtió todos sus ahorros.

Al pueblo que tanto ayudó con sus iniciativas sociales se le hacía difícil aceptar que Berta, habiendo vivido al margen de la santa iglesia católica, pudiera tener su sitio en el cielo. Tampoco concebían a una mujer de su entidad, condenada a los infiernos. La mitología popular decidió no renunciar ni a la presencia de la ilustre dama ni a la pérdida del espíritu de su benefactora. Y crearon su leyenda.

Una vez rodeado este monte testigo de miles de historias, bajamos hacia la Alfaguara. El Peñón de la Mata surge como un coloso a nuestra derecha.

Para terminar esta magnífica ruta visitamos las Trincheras de la Sierra de la Yedra.  Durante gran parte de la triste contienda, en esta zona de la sierra se establecía la frontera entre hermanos en guerra: los sublevados en los montes por los que caminamos y en el frontero del Peñón de la Mata los republicanos. Fue uno de los frentes más sangrientos de la provincia de Granada. El Peñón de la Mata, un auténtico nido de águilas, la posición más inexpugnable y activa del Frente Republicano; esto supuso la muerte de numeroso combatientes de ambos bandos.


Y así  del Sanatorio de Tuberculosos de Berta Whilelmi y su filantropismo incomprendido, nos trasladamos a los horrores de 1936. Y estos recuerdos entrelazados con nuestros pasos, deben valernos para que la historia no se repita.

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