miércoles, 17 de noviembre de 2021

En el parque de invierno.

Hoy andurreamos por la solana, la umbría y la meseta del Parque Periurbano de la Dehesa del Generalife. Sus 458 hectáreas cobijan un rico patrimonio natural que se entrelaza con valores arqueológicos heredados de la época nazarí. Entre ellos destacan el Albercón del Negro, los Pozos Altos, la Silla del Moro o las ruinas del Palacio de Dar Al-Arusa y el Aljibe de la Lluvia, lugares por donde pasamos.

Subimos por la Cuesta del Rey Chico o de los chinos, la primera de muchas. Al llegar a las proximidades del cementerio, tomamos los primeros metros del camino primitivo, desviandonos rápidamente por una vereda a la izquierda. 

Va subiendo hasta alzarnos hasta "la corona del reino", las ruinas del Palacio de Dar Al-Arusa, de la novia o de la desposada. 

Esta almunia real construida en el siglo XIV bajo el reinado de Muḥammad V, octavo soberano nazarí de Granada, está situada en la parte más elevada del Cerro del Sol, por encima de las huertas del Generalife, de los Alijares y de la Silla del Moro. 

Este rey nazarí además construyó el palacio y el patio de los Leones en la Alhambra, el Maristán, un hospital benéfico y el Corral del Carbón.

El hallazgo casual de este palacio olvidado, con motivo de una repoblación de pinares, tuvo lugar en 1933. El arqueólogo y arquitecto madrileño Leopoldo Torres Balbás, dirigió una excavación durante tres años, de la cuales quedan los restos que podemos contemplar hoy en día.

El Palacio consta de tres patios, completamente diferentes, así como un baño completo con sus salas frías, templada y caliente, y su sala de camas, en cuyo centro se encontró una pequeña fuente de mármol blanco, rodeada de alicatados de cerámica. Dicha fuente se encuentra en el museo de la Alhambra. 

También encontraron una noria, que sacaría el agua de la acequia del Rey desde alguna mina con una profundidad de unos sesenta metros y la almacenaría en el aljibe. Todo el palacio está rodeado por una muralla defensiva, por cuyos restos pasamos. 

Tras bordear esta almunia por su izquierda, nos asomamos a un bonito mirador improvisado sobre la Silla del Moro. Retornamos por el otro lado de las ruinas. 

Atravesamos un olivar, de nuevo es ascenso,  y llegamos hasta la Alberca rota y los Pozos Altos, un conjunto de restos arqueológicos de época nazarí que forman parte de la estructura hidráulica de abastecimiento de agua para el conjunto de almunias y palacios situadas en los alrededores del Palacio del Generalife. Los pozos tomaban el agua de la Acequia Real mediante una noria y la acumulaban en la alberca. 

Luego recorremos la dehesa pasando por el Aljibe de la Lluvia. Esta obra hidráulica fue construida hace más de mil años, hay constancia de que ya existía al final del siglo X. Precisamente llevaba el agua al palacio de Dar al-Arusa 

Fue construido de adobe y con escasa altura. Recogía el agua mediante un impluvium romano, (una especie de estanque con fondo plano), en el que había una abertura en el techo. Interiormente está cubierto con bóveda de cañón apuntado, que descansa sobre cuatro pilares con forma de cruz. Estos pilares dividen el aljibe en nueve espacios. 

El Aljibe de la Lluvia, linda con un barranco conocido como del Carmen del Tío Conejo. En este barranco que llega hasta el río Darro, se establecieron varias minas de oro, durante el siglo XIX. Cerca del aljibe se construyó una alberca, que se usó para lavar la tierra que contenía oro, y era extraída del Cerro del Sol. Esta alberca aún sigue en pie, testigo mudo de la fiebre del oro.

Seguimos subiendo hasta llegar a su emblemático reloj de sol que, además de la hora (hay que fijarse en la sombra dibujada en la bola central), nos informa de los nombres de las montañas que nos rodean. 

Luego damos la vuelta a toda esta meseta. En el recorrido contemplamos primero el valle del Darro y posteriormente el del Genil. Comenzamos caminando hacia el Este, con la umbría a la izquierda, y retornamos hacia el Oeste con la solana y el valle del Genil a la izquierda de nuevo

Donde realizamos el giro hay un mirador hacia Sierra Nevada. Unas piedras presentan una rosa de los vientos y una inscripción. Pasamos por una zona de matorral mediterráneo de gran biodiversidad. Entre los árboles encontramos encinas, coscojas y quejigos. 

Es evidente la falta de agua en este ecosistema tremendamente resiliente. La producción de bellotas es casi nula y las hojas se rizan reteniendo la poca humedad de la que depende su supervivencia. 

Tomamos una vereda en la ladera expuesta al sol que nos va bajando hasta el arranque de la vereda de los franceses. Regresamos por el Camino Primitivo hasta el Cementerio de San José. 

Un nuevo ejemplo de la maravillosa frontera natural de la que presume nuestra ciudad de Granada.

12 kilómetros, cuestas y más cuestas y 45 senderistas muy apañaos.  

1 comentario:

Unknown dijo...

Magnífica excursión disfrutando de la naturaleza y del grupo tan precioso que hacemos