miércoles, 5 de octubre de 2022

Comienzan las rutas con Buenos Aires.

Un otoño más damos inicio a una de nuestras más gratas actividades, el senderismo del grupo del Centro de Participación Activa Buenos Aires. 

Con la imprescindible colaboración de mi amigo Juan Puertas, una de esas personas que es raro el camino o el pelagartal que no han recorrido, comenzamos la primera de las más de 30 rutas que trazamos todos los miércoles. 

Hoy nos vamos a la Vega de Granada, ese espacio imprescindible para entender el devenir de Granada y que tan abandonado tenemos. Un entorno agrícola que debería convertirse en el pulmón verde de la ciudad, en un suministrador de salud, en un acicate para adaptarnos y mitigar el cambio climático. 

Más de 50 inquietos andarines y andarinas caminamos entre los pagos de la Acequia Arabuleila y la Acequia Tarramonta.

Partimos del Museo Memoria de Andalucía; recorremos el parque Tico Medina que lo delimita y pasamos bajo la circunvalación para dirigirnos a la ribera del Monachil. Recorremos su margen hasta llegar al Genil, donde tomaremos la Vereda de la Requica, una antigua vía pecuaria.

 

Pronto nos encontramos con la Acequia Tarramonta escoltada por grandes chopos. Es el primer encuentro con ella de los muchos que tendremos. Nos adentramos por estrechos caminos rodeados de esparragueras, maizales secos que serán en breve cosechados y campos sembrados de ajos cuyos surcos parecieran trazados con una plantilla milimetrada. 

En el segundo encuentro con la Tarramonta nos fijamos en una antigua piedra bajo un alargado ciprés. Parece ser un hito que separaba las lindes de distintos territorios. 

Seguimos hasta llegar a la "Carretera del Barco" que seguimos unos metros por el carril bici. Nos detiene una persona conocedora de la Vega que denuncia el maltrato al que está sometida esta comarca. Cruzamos por el paso de peatones próximo a las gasolineras y llegamos al Camino Viejo de Cular, a la altura de una casa abandonada conocida como La Melchora. 

De nuevo la acequia que la seguimos en dirección contraria al devenir de sus aguas, desviándonos por dos veces a la izquierda. Llegamos al emblemático Pozo de Santa Clara, donde nos hacemos una foto junto a uno de sus respiraderos. Tal vez se vislumbre en la imagen una zona borrosa, el espíritu del pocero sin suerte cuya leyenda está ligada a este lugar. 

Entre maizales y pasando a la vera de abandonados secaderos de tabaco de palo, salimos de nuevo a un carril, el Camino de Ambroz, que gira a la izquierda tras pasar un picadero. Vamos en dirección al Río Dílar. Unos metros antes de llegar a una antigua vaquería, torcemos de nuevo a la izquierda para encaminarnos hacia la Huerta de Montesanto, cortijo por el que pasamos. 

Y de nuevo la Tarramonta, que la seguimos ahora de nuevo en contra del discurrir del agua. Cientos de arañas equilibristas trazan sus mortales telas de un lado a otro de la acequia. Dejamos a la izquierda el Cortijo Cámara y llegamos hasta el Cortijo del Pino, donde encontramos el Aula Rural de Ciempiés. 

Ahora toca descansar y disfrutar del aperitivo que hemos preparado. Y nos hacemos una chapa super chula del grupo de senderismo. 

Ya solo queda retornar, atravesando de nuevo la carretera del Barco y regresando por la vereda de la Requica a la que llegamos, en esta ocasión, por el cruce en el que se encuentra un bien conocido secadero de ladrillo. 

Y con calor poco propio del mes de octubre llegamos al Tico Medina tras recorrer unos 12 kilómetros. 

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