Finaliza el curso de Casa de Porras de Senderismo en nuestra maravillosa Sierra de Huétor. La lluvia intensifica sus colores y resucita esa primavera que el verano tempranero nos había robado.
Trazamos una preciosa ruta circular con la que nos introducimos en el sector nororiental del Parque Natural de la Sierra de Huétor partiendo del Área Recreativa de la Fuente de los Potros.
En esta ruta combinamos la fuerza de las Cascadas de Prado Negro con serenidad de la Acequia del Fardes recorrida desde su nacimiento en la Fuente Grande, por cuya servidumbre aún sentimos los pasos de los antiguos acequieros musulmanes.
En un maravilloso paréntesis entre lluvias, disfrutamos del suelo húmedo que amortigua la pisada de las botas. Iniciamos la ruta en el Área Recreativa de la Fuente de los Potros (Las Mimbres). Avanzamos en dirección norte siguiendo la pista asfaltada que conduce a la aldea de Prado Negro. A unos 200 metros nos salimos de esta para tomar una pista que arranca a la derecha.
Desciende paralela al cauce de un arroyo bordeando el Cerro de la Cueva del Sol por su cara sur. Seguimos descendiendo siempre junto a la línea de agua encajonada entre encinas, quejigos y robles, hasta llegar a una alameda ya en las inmediaciones del Arroyo de Prado Negro y de la Umbría de los Alcaldes. Rascaviejas, agracejos, majuelos y escaramujos, los diversos matorrales del bosque mediterráneo húmedo con suelos ácidos donde los esquistos se disgregan sobre las arcillas.
En esta chopera abandonaremos la pista para tomar dirección norte bordeando los ribereños árboles para acercarnos al Arroyo de Prado Negro.
Ascendemos por un sendero pasando junto a cuevas usadas por los pastores como aprisco. Llegamos a los Llanos del Despeñadero donde encontramos las ruinas de un antiguo cortijo. Tras vadear el arroyo cercano por un puentecillo encontramos el Pilarillo de Manolo el del Molinillo.
Nos recuerda al venerado curandero que vivió en una choza de leña. Se llamaba Manuel Rubio Sánchez y su fama convirtió la Venta del Molinillo en un centro de peregrinación de enfermos durante las últimas décadas del siglo XX.
Tomamos ahora una vereda que asciende zigzagueando en dirección norte en busca de los Tajos del Despeñadero. Bordeamos los tajos por un sendero tras dejar atrás un abrigo protegido con un murete rústico de piedras.
Descendemos hasta llegar al cauce del Arroyo de Prado Negro. Tomamos el sendero hacia la izquierda que nos conduce, pasando por prados preñados de flores, hasta llegar a la Cascada Grande de Prado Negro.
El Arroyo de Fuente Grande se despeña en un salto de unos 15 metros con sus paredes cubiertas de musgos, helechos, líquenes y plantas rupícolas ávidas de humedad. El arroyo sigue abajo entre saltos y pozas formando varias pequeñas cascadas hasta unirse al Arroyo de Prado Negro.
Desandamos nuestros pasos e iniciamos la subida a la aldea de Prado Negro. Seguimos la carretera a la izquierda en dirección oeste y en una curva a izquierdas, justo cuando la carretera pasa sobre el arroyo de Fuente Grande, la abandonamos por una pista que sube suavemente junto al cauce del arroyo hasta la fuente un gran nacimiento de agua donde toma el agua la Acequia del Fardes.
Tras almorzar, cruzamos el arroyo e iniciamos nuestra andadura por la Acequia del Fardes. Esta acequia es de origen árabe. Su remodelación se inició durante el reinado de Carlos II en el siglo XVII finalizando ya en reinado de Fernando VII en el siglo XIX. El primer tramo de la acequia está soterrado, lo que nos permite caminar muy cómodamente entre un precioso bosque mediterráneo. Nos encontramos con algunas peonías tardías cuya delicada corola se desgaja.
Pasamos por la Cañada del Moro, obviando la pista que se adentra en ella y siguiendo nuestra acequia que comienza a bordear el impresionante Tajo de las Garduñas. Tras pasar los restos de una antigua alquería, tendremos que abandonar la acequia para pasar por debajo de la misma donde encontramos un abrigo en la roca. Allí nos encontramos con un reptil muy esquivo, una pequeña víbora hocicuda (Vipera latasti).
La víbora hocicuda, de dorso grisáceo con una raya vertebral en zigzag de tonos más oscuros, es la más frecuente en la península ibérica, abarcando todo el territorio a excepción del extremo norte y los Pirineos.
Subimos al cauce de la acequia y seguimos avanzando junto a sus aguas cristalinas. A la izquierda dejamos una bajada que nos conduciría directamente a la Fuente de los Potros. La acequia presenta puentes que la cruzan para adentrarse en el bosque mediterráneo de nuestra derecha formado por encinas y quejigos, una mixtura de lo perenne y lo caduco. Estos puentecillos servían para permitir el paso de las personas que vivían del carboneo y que tenían que cruzar cargados cuando bajaban y subían del monte.
Avanzamos en dirección del agua junto a la acequia a la que se asoman guisantes con sus flores rosas. Vamos bordeando el impresionante Tajo de los Halcones por su cara sur mientras que a lo lejos podemos contemplar la mole caliza de la cumbre del Majalijar.
Cruzamos el Barranco del Majalijar con su arroyo que salvamos gracias a unos peldaños afirmados en su propio curso. Continuamos por este sendero siguiendo la curva de nivel trazada por la acequia hasta que salimos a una pista con una fuente. Aquí abandonamos la acequia para continuar por la pista en descenso hacia el Este pasando junto a una balsa para abastecimiento de vehículos contra incendios.
Llegamos a un prado con un mirador desde donde disfrutamos de unas vistas panorámicas impresionantes hacia el norte sobre la falda del bosque mediterráneo. De izquierda a derecha podemos contemplar: Las Chorreras, el Alto del Majalijar, el Alto de las Buitreras, el Tajo de los Halcones, el Tajo de las Garduñas y cimas de Sierra Arana como la Cabeza del Caballo y los Tajos del Jinestral, hasta llegar al Cerro Picón y Cerro Cucadero.
Cuando la pista traza una curva a derechas, el sendero se sale de ésta y comienza a descender hasta buscar el cauce de un pequeño arroyo que avanza entre pinos y cedros. Continuamos hasta cruzar de nuevo el Arroyo del Majalijar para desembocar finalmente en una pista.
Aquí la tomamos en ascenso a nuestra izquierda dirección norte durante unos 100 metros para tomar otro camino de menor entidad que nos surge a nuestra derecha hacia el que nos conduce tras cruzar el Barranco de los Revocillos hasta un sorprendente ejemplar de secuoya de porte piramidal.
Desde aquí retomamos el sendero desviándonos a la izquierda por una pequeña vereda que linda con un bosquete de cedros y nos lleva hasta el punto en el que iniciamos esta magnífica ruta.
Finalizamos la senda de 12 kilómetros y 300 metros de desnivel acumulado. Y ponemos punto final al curso de senderismo agradeciendo el ambiente genial creado por los y las caminantes.
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