En una mañana soleada hemos disfrutado de una preciosa ruta por el entorno del Río Torrente, trazando una circular que parte de Nigüelas y pasa por el Castillo de Lojuela y la pequeña localidad de Acequias. Las acequias cantarinas nos acompañan durante toda la ruta.
El recorrido comienza en Nigüelas, situado a 931 de altura sobre el nivel del mar. Recostada al pie del cerro Zahor, es conocida como el "Balcón del valle de Lecrín". Es un lugar que guarda muchos tesoros: la falla de Nigüelas, la almazara más antigua de España, las casas nobiliarias o sus jardines románticos.
Pasamos por la Parroquia de San Juan Bautista. Continuamos por sus callejuelas estrechas y luminosas acompañados por el sonido del agua. Bajamos hasta el Río Torrente por el precioso camino de la Pavilla. Esta acequia esta delimitada por dos viejos partidores, el de la Pavilla y el que divide su caudal entre la localidad en la que nos encontramos y el ramal que lleva el agua a Acequias y Mondújar.
Desde este último distribuidor de aguas tomamos una senda a la derecha que, entre muros de piedra nos lleva hasta el río. Nos rodean bonitas huertas con algunos limoneros. Desembocamos a un curioso lugar donde si colocas una piedra del río tienes derecho a pedir un deseo.
Bajamos por la margen izquierda del Torrente pasando bajo un gran puente de piedra caliza por el que pasa la antigua carretera de Bailén - Motril. Llegamos a una fábrica de ladrillos situada en la confluencia del Barranco del Pleito con el río Torrente.
Seguimos el sendero que nos guía al pueblo de Murchas y nos remonta por una calle empinada hasta el lugar donde se encuentra una fuente de agua potable. En un mirador hacia el pueblo de Talará (ahora rebautizado Lecrín) y a la Ermita del Santo Cristo, nos detenemos para dar un trago de agua.
Abandonamos la población de Murchas, situada a 662 metros de altitud, por unas calles estrechas cercanas a la Iglesia dedicada a San Juan Evangelista. Es una reconstrucción casi idéntica de la original del Siglo XVII, la cual fue parcialmente destruida en el terremoto del 25 de diciembre de 1884.
Tomaremos una vereda de unos dos kilómetros que nos conduce hasta el Castillo de Murchas. En el camino disfrutamos de los almendros en flor, de los naranjos y los limoneros. Rosas, amarillos, naranjas y verdes. Y centenarios olivos de troncos retorcidos.
Llegamos al único castillo de la época Califal en el Valle de Lecrín. Denominado Castillo de Lojuela, hace mención a una población que se supone estaría en los entornos de la actual "Era de Lojuela". Allí se han encontrado restos de algunas casas y de su cementerio árabe.
Corona un pequeño cerro, que desciende casi verticalmente por uno de sus lados, sobre la margen izquierda del río Dúrcal. Se piensa que fue construido en el siglo XI. En su entorno hay un yacimiento prehistórico, donde se pueden encontrar abundantes restos cerámicos de época ibérica y romana. Es de planta poligonal, está formado por dos estructuras bien diferenciadas: una Torre y parte de una muralla.
El topónimo de Lojuela proviene del árabe, y puede significar laja o piedra plana que se usaba para cubrir los terrados de launa; son tejados planos de un característico color gris azulado resultante de la impermeabilización mediante una arcilla o tierra especial denominada launa. Los terraos son un elemento que confieren gran singularidad a la arquitectura alpujarreña.
La construcción de sus murallas se hace con tierra prensada y cal grasa, pero entre sus muros se pueden atestiguar bastantes restos de cerámica romana que una vez rota la empleaban en la amalgama prensada de los muros. Esto demuestra que cerca había habido restos de asentamientos romanos.
En vez de regresar a Murchas por los mismos caminos, nos desviamos para viajar en el tiempo. Nos detenemos en una ladera a recoger fósiles de corales y bivalvos.
Llegamos hasta la antigua fábrica de ladrillos del Barranco del Pleito. Ahora nos desviamos a la izquierda subiendo y atravesando la carretera. Tomamos a la derecha una vereda ascendente que nos conduce hasta Acequias; nos desviamos a la derecha para pasar junto al cementerio y seguir subiendo por un carril menos transitado. Las acequias hacen honor al nombre de la localidad.
Atravesamos el pequeño pueblo de Acequias, llegando hasta el Molino del Sevillano. Ya solo resta seguir una bonita senda que se dibuja junto al barranco del Torrente y que nos va bajando hasta llegar al río. Lo atravesamos y por el camino de la Cuesta del Río, entramos en Nigüelas.
Completamos así una ruta de 19 kilómetros y 490 metros de desnivel acumulado por el valle de Lecrín.
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