La ruta de hoy nos acerca, a través de la vereda del canal de los franceses, a las entrañas del Cerro del Sol que aún preñadas de valiosas vetas auríferas que buscaron romanos, árabes y franceses.
Recorreremos las tierras rojas entre el Darro y el Genil, que muestran las heridas en el monte infringidas por los mineros que extrajeron el oro para Roma o forjaron coronas para reinas y poetas.
Es el Valle del Oro, donde se localizan unas minas de oro de origen aluvial, conocidas como explotación del Hoyo de la Campana u Hoyo del Gigante, hoy día tristemente abandonadas.
Comenzamos en Plaza Nueva, junto a dos Meninas que no se deciden a acompañarnos. Su sayo y la basquiña sobre el guardainfante no es la vestimenta más adecuada para un senderista.
Tomaremos la Cuesta de los chinos, llamada realmente del Rey Chico, hasta llegar a la Alhambra. Nos desviamos por un cuidado olivar hasta llegar al olvidado Mirador de Alixara o Alixares, donde nos detenemos a contemplar la ciudad bajo la luz filtrada por las tan esperadas nubes otoñales.
Por este tranquilo paraje caminamos hasta el inicio del Camino Primitivo que nos conduce hacia el Llano de la Perdiz. Nos encontramos en el Parque Periurbano Dehesa del Generalife. Este pulmón de la ciudad de Granada adquirió esta declaración en 1995. Con una superficie de 450 hectáreas, rodea al Conjunto Monumental de la Alhambra.
Cuando el camino se topa con un cruce y una cadena, tomamos, a la derecha, la vereda de los franceses. Es esta época del año y con las nubes en el cielo, es una preciosa ruta. Transcurre entre jaras, tomillos y espartos y tiene unas bonitas panorámicas del Genil y Sierra Nevada. Pasamos dos pequeños puentes de piedra, antiguos acueductos de las barranqueras del Olivar.
Llegamos al Valle del Oro. Apreciamos como el paisaje presenta grandes cortados arcillosos que descansan en barranqueras de difícil trazado. En las laderas pueden verse canalizaciones, túneles, grutas y perforaciones que tenían como misión llevar el agua hasta el lugar donde querían introducirla en la tierra y conseguir que se disgregase para después lavar las arenas y localizar los metales, entre ellos el oro.
El sistema de "ruina montium", consistente en disgregar el monte a base de agua a presión que hacía explotar la tierra, dejó su huella en esta colina de la Alhambra, en las paredes y gargantas de la cara sur del Cerro del Sol, la montaña del oro, Una actividad que iniciaron los romanos, repitieron los árabes, prohibieron los cristianos y recuperaron los franceses del siglo XIX.
El siglo XIX trajo la recuperación de las explotaciones auríferas del Cerro del Sol. El conocido como Canal de los Franceses, que más tarde sirvió para traer el agua potable desde el pantano de Quéntar hasta la ciudad, se construyó para llevar agua del río Aguas Blancas, a través del acueducto de Dúdar y un trazado de 10 kilómetros hasta la zona minera del cerro y poder utilizar métodos similares a los que ya pusieron en marcha los romanos.
La compañía francesa creada por Juan Adolfo Goupil, consiguió la explotación minera de esta zona en 1875. La gran cantidad de tierras que había que mover para conseguir el suficiente metal precioso, convirtió en inviable la explotación de Cenes, donde aún se mantienen las construcciones que la compañía francesa levantó para llevar las arenas hasta los lavaderos y decantadores de mineral.
24 senderistas, 12 kilómetros recorridos, 45,5 kilómetros acumulados.
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