miércoles, 23 de febrero de 2022

Buenos Aires en el Gollizno.

Esta preciosa ruta que caminaremos transcurre por las Sierras de Moclín y del Marqués, por sus pasillos montañosos labrados por el río Frailes o Velillos, por sus valles donde irrumpen masas calizas erosionadas caprichosamente por el agua. Las numerosas eras de trillar nos cuentan que entramos en un trabalenguas: el granero de Granada. Tras la conquista de los Reyes Católicos se obligó a los pueblos de esta última frontera del Reino Nazarí a vender el trigo exclusivamente a la ciudad de Granada. 

La vereda se conoce como de la Hoz del río Velillos o del Gollizno, que significa estrechamiento de un paraje natural. 

Las tierras de labor, tan antiguas como sus centenarios olivos, se alternan con pinares de repoblación y manchas de bosque mediterráneo. La vegetación de ribera se encajona entorno al río y las rupícolas se funden con las rocas de las abruptas laderas. 

Aparecen cuevas por todas partes en cuyos salientes uno puede imaginar a sus antiguos habitantes asomándose al valle. En este caso quien se asoma es el niño, nuestro amigo Moha. Caminamos veredas que han sido trazadas desde antaño por el paso de diferentes culturas; han dejado su impronta en los numerosos yacimientos arqueológicos que pueblan su geografía. 

Para facilitar el recorrido, comenzamos en Moclín, concretamente en el Cruceiro, junto al Pozo de Juan Villodres una fuente de donde han bebido los romeros y los peregrinos que, recorriendo el camino mozárabe de Santiago, llegan a la localidad. 

Antes de iniciar el paseo podemos subir al Mirador de la Bombarda, donde este artefacto apunta hacia el Castillo de Moclín. Las bombardas son las armas más antiguas que lanzaban proyectiles mediante la deflagración de pólvora. 

La primera parada la hacemos en las trincheras ocupadas por el bando de los sublevados construidas entre los últimos meses de 1937 y febrero 1938. En el área de Moclín, se levantaron 32 posiciones defensivas, entre las que destacan los búnkeres y las trincheras. Un 23 de febrero sentir la angustia vivida en una trinchera es una experiencia aconsejable. 

Las trincheras son estructuras excavadas en la tierra, reforzadas con hormigón de cemento de unos 80 cm de anchura y 1,20 de profundidad. 

Luego nos dirigimos hacia la Ermita de San Antón, pasando antes por la Iglesia del Cristo del Paño, el Castillo y el Pósito del Pan.

El castillo fue construido a mediados del siglo XIII para la defensa del Reino Nazarí de Granada. Se encuentra situado a 1.100 m y jugó un papel esencial en el control del paso entre Alcalá la Real y la Vega de Granada, tras la firma del Pacto de Jaén.  

Tomamos la vereda que nos llevará hasta la Fuente Corcuela, rodeados del aroma de los almendros en flor; en su comienzo podemos desviarnos a un bonito mirador hacia el Velillos y el Castillo. Subimos al Tajo de las Palomas siguiendo los pasos de un grupo de cabras montesas. 

En la Corcuela además de un entorno tranquilo de gran belleza y un pilar del que emana agua fresca que recorre una curiosa espiral, se han documentado una docena de cuevas y abrigos con pinturas rupestres del neolítico. 

El tema principal de las pinturas rupestres de la Corcuela es la caza diferenciándose claramente las figuras humanas de las de los animales, concretamente cabras monteses.

Allí nos hacemos la foto de grupo de rigor. Y le dedicamos una instantánea a los y las senderistas que pasaron su infancia en este precioso territorio. 

Desde allí nos encaminamos al río Velillos, a la conocida vereda del Gollizno. Nos adentramos en los "Tajos de la Hoz", garganta natural excavada por el constante fluir de las aguas que, junto a la exuberante vegetación ribereña, aportará al senderista una agradable sensación. 

Pasamos por las pasarelas y el pintoresco puente sobre la presa de la Fábrica de la Luz, la mini central hidráulica del Salto del Diablillo.  

Por estos caminos, en los que los lirios dan una nota de color, rondaba a sus anchas el bandolero Parrón, del que habla una de las leyendas escritas por Pedro Antonio de Alarcón. La fuente de la Buena Ventura por la que pasamos nos la recuerda. 


Llegamos a Olivares, tras recorrer unos 8 km, una de las siete villas que conforman el municipio de Moclín junto con Tiena, Puerto Lope, Tózar, Limones y Gumiel. 


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