sábado, 5 de febrero de 2022

Las acequias de Lanjarón

Precioso sendero circular “Acequias del Aceituno y Cecarta” que empieza y termina en el pueblo de Lanjarón. 

El nombre de Lanjarón parece proceder de la voz prerromana "lanchar", que significa lugar abundante en aguas. Sus restos arqueológicos ponen de manifiesto la importancia del lugar en el período árabe andalusí. Tuvo una destacada participación durante la guerra de la Independencia contra los franceses; a sus habitantes se les conoce también con el gentilicio de "cañoneros", por el eficaz uso que hicieron de un antiguo mortero contra las tropas napoleónicas.

Comenzamos frente al Balneario, en la oficina de información turística. Entramos en el Parque del Salao que debe su nombre a las aguas ferruginosas que lo atraviesan en forma de pequeño riachuelo. Seguimos una vereda por el Barranco del Salado hasta llegar al castillo árabe del siglo XIII. Sirvió de vigilancia, refugio y defensa de la población.

Se alza en un cerro calizo que aparece entre la confluencia del Barranco del Salado y el río Lanjarón. Es un recinto fortificado de planta cuadrangular en el que destaca la torre del homenaje. En su interior se puede apreciar el espacio destinado a un aljibe para su autoabastecimiento.

Desde el castillo contemplamos el Tajo Colorao. Es un gran paredón calizo vertical, de tonos anaranjados que presenta un desnivel con el cauce del río de más de 180 metros.

Retornamos al pueblo y por la Calle Virgen del Pilar, donde aparecen varias cruces muy blancas, llegamos al ayuntamiento donde saludamos a una imperturbable pareja de ancianos. 

Comenzamos la ruta, que está muy bien señalizada, siguiendo la dirección hacia la que apunta el cañón del ayuntamiento. Atravesamos el Barrio Hondillo, de origen judío.  Es un laberinto de estrechas calles, placetas y tinaos, estos últimos muy característicos de las Alpujarras (espacios cubiertos de ámbito semiprivado con una estructura de viguería sobre la calle). 

Tras pasar el colegio, nos adentramos por sendas que discurren entre huertas escalonadas donde florecen los almendros, unos blancos y otros rosas. Todos con un arma leve y exquisito. Numerosos almeces centenarios ayudan a detener la erosión de las terrazas. 

Nos topamos con los primeros castaños, viejos como el trazado de las acequias. Y pronto nos encontramos con una de ellas, la Acequia del Aceituno que parte del río Lanjarón desde la alberca del Aceituno a la que nos acercamos. Cuenta con protecciones en sus pasos más expuestos.

Subiremos por una vereda serpenteante, donde despuntan los gamones (esas planta cuyo bulbo con similitud a las cebollas estuvieron a punto de terminar en la cazuela de un par de sendreristas hambrientas). Podemos contemplar el bosque de galería de mimbreras que serpentea marcando el curso del río Lanjarón. En las laderas los colores delatan la presencia de grupos de encinas, almendros y castaños aún desnudos. Y se aprecia las heridas ya cicatrizadas de un antiguo incendio. 

Alcanzamos el Área Recreativa Huerta de las Monjas que cuenta con ejemplares de castaños centenarios, una fuente de agua fresca y una curiosa cabaña. 

Reponemos fuerzas y tras una ligera subida con vistas hacia el valle y la cabecera nevada del río Lanjarón, llegamos a la Acequia Cecarta. Seguimos subiendo hasta alcanzar la acequia Montalván. Comienza a caer una leve y maravillosa llovizna. 

Retornamos a la acequia Cecarta y la acompañaremos en sus derivaciones y descenso, disfrutando de un maravilloso paseo mientras riega numerosos frutales y huertos en terrazas. 

Es un camino de herradura muy verde y siempre acompañado por el murmullo del agua. Une las eras de Lanjarón, dónde se realizaba la trilla de cereales y leguminosas, para separar el grano de la paja aprovechando el viento. 

El tramo final es bastante empinado, desembocando a la altura de la escuela del pueblo. Nos encontramos con mimosas que amarillean preñadas de flores. 

Una magnífica ruta de unos 9 km y un desnivel acumulado de 400 m. 


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