sábado, 21 de enero de 2023

Casa de Porras en la Hoya de la Campana

Una mañana fría y soleada, el grupo de senderismo Casa de Porras inicia el módulo II con una ruta por la Vereda de los Franceses y la Hoya de la Campana.

Partimos desde el Palacio del Almirante y, tras la foto de familia frente a Casa de Porras, subimos hacia la Alhambra por la Cuesta de Gomérez, pasando por la Puerta de las Granadas. Esta famosa puerta de estilo renacentista, se mando edificar por el emperador Carlos V en el siglo XVI a modo de arco triunfal romano.

La primera parada la hacemos en el bonito y un tanto olvidado mirador de Alixaes. Es un lugar construido en los años ochenta del siglo XX que intenta rememorar las vistas que los monarcas nazaríes y los habitantes de la ciudad palatina de la Alhambra, disfrutaban al recorrer "los casi mil pasos" que separaban los palacios del sultán de los jardines de la almunia de los Alixares. Este palacio fue destruido por un gran terremoto en 1431.

Entre olivos y lentiscos nos dirigimos al Cementerio de San José, el segundo cementerio municipal más antiguo de España. Lo bordeamos para llegar a la tapia donde encontramos una valla que homenajea a los allí asesinados. Este lugar fue escenario de uno de los episodios más oscuros de la guerra civil. En estos muros fueron fusilados cerca de 4.000 personas, muchas de ellas ejecutadas en julio del 36. Hoy en día siguen siendo visibles las marcas de la fusilería.

Desde allí tomamos una senda que dibuja el contorno de las barranqueras que miran hacia el valle del Genil. La hierba colorea de verde intenso las laderas y vemos como alguna ardilla demuestra su destreza saltando de rama en rama por los pinos carrascos. 

Llegamos al arranque oficial de la  Vereda de los Franceses. Disfrutamos del perfil nevado de la sierra mientras caminamos por la solana del Cerro del Sol rozando los plumones de los espartos.  

Seguimos esta vereda, pasando por pequeños puentes de piedra que salvan algunas barranqueras, hasta llegar a la Hoya de la Campana u Hoyo del Gigante. 

Estamos en el conocido Valle del Oro, donde nos encontramos con cuevas, perforaciones, lavaderos, puentes y antiguas edificaciones de una explotación minera francesa de finales del siglo XIX, destinada a la extracción de oro.

Pero ya los romanos tenían esta dedicación, explotando la zona mediante un sistema denominado "ruina montium", donde grandes chorros de agua descarnaban los cerros arcillosos provocando su derrumbe, para luego poder filtrar las pepitas de oro de entre la masa de derrumbe obtenido.

En época islámica esta zona ya era conocida como Lanŷar, que quiere decir “lugar abundante en charcos de agua”, porque esta zona es un delta que recibía los aportes de lodos y barros procedentes de las antiquísimas minas de oro.

A mediados del siglo XIX se desató de nuevo la "fiebre del oro" en Granada. En 1847 comenzaron a solicitarse algunas de las primeras concesiones mineras tanto en el término de Cenes de la Vega como cerca de la Alhambra. Algunas de estas minas les daban nombres tan curiosos como California, California Granadina, Nueva California, La Australia, Potosí, La Bufa de Zacatecas, o El Dorado.

En 1880 el empresario y galerista de arte parisino Jean Adolphe Goupil reabrió las minas de oro de Lancha del Genil. Construyó el Canal de los Franceses y una serie de instalaciones con oficinas, viviendas, y estanques de lavado que actualmente en ruinas y que veremos al pasar por el Santuario de Fátima. Esta actividad duró hasta el primer tercio del siglo XX, cerrando la mina de oro definitivamente en torno a 1930.

Bajamos hasta el camino de los filtros pasando por su iglesia dedicada a la Virgen de Fátima. Nos acercamos con respeto al esqueleto de una fábrica de lavado de oro, construida hace más de un siglo y casi derruida por el paso del tiempo y los saqueos. 

Entre sus muros se esconde el fantasma del olvidado legado minero del Hoyo de la Campana, en Lancha del Genil.

Ya solo resta regresar a Granada siguiendo el río Genil hasta puente verde, bajando al valle guiados por un ramal de la Acequia Gorda. Completamos así una ruta de 14 kilómetros y 400 metros de desnivel acumulado. 

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