miércoles, 18 de enero de 2023

El Puente de los Franceses y los baños de Churriana.

Hoy hemos realizado una bonita ruta bajo un cielo panza de burra, en la que acompañamos al Genil en su transcurrir perezoso por la Vega, encontrándonos con tres de sus afluentes.  Veremos como el Beiro, el Dílar y el Monachil aportan sus aguas al río al que rinden tributo. La mañana es fría y los colores intensos. 

Partimos del Centro Buenos Aires y nos dirigimos hacia el Parque Tico Medina. Antes de atravesar el río comenzaremos a caminar por la vereda que sigue el Genil hacia el oeste, la vía ciclable llamada camino de la Inmaculada o de los Nogales. 

Dejamos atrás la Explotación Agraria Luz del Ángel con sus almendros y pistachos y la Depuradora de Aguas Residuales.  Seguimos caminando viendo como los ánades reales disfrutan del agua del Genil y las palomas turcas de los campos arados. 

Al llegar a la desembocadura de Beiro, las cotorras revolotean escandalosas sobre nuestras cabezas. Y a pocos metros llegamos a la confluencia con el Dílar. 

Por el puente peatonal San José cruzamos ambos ríos; nos encontramos en Vegas del Genil, en las proximidades de Purchil. Nos desviamos a la derecha para llegar al Puente de los Franceses. 

Este puente sobre el antiguo cauce de un meandro del río Genil, es una estructura de sillería del primer tercio del siglo XIX. Representativo de la arquitectura francesa, presenta un solo ojo con arco rebajado. Fue construidos construido seguramente por las tropas napoleónicas para la ocupación de Granada.

Lo cruzamos y tomamos una vereda que nos conduce de nuevo a la margen derecha del Dílar. La seguimos viendo como el río serpentea por el cauce y se deja caer por los sucesivos saltos de agua. A la derecha los restos de antiguos muros que servían para contener sus crecidas. Dejamos a la derecha Ambroz y, cuando nos encontramos con el Camino de Granada que viene de Cullar Vega, cruzamos el Dílar por un puente peatonal. 

Seguimos este camino de vega hasta llegar a un chambao mucho más humilde que su nombre: La Ponderosa. En el cruce de caminos tomamos a la izquierda para dirigirnos hacia el Cortijo de Cámara. Al llegar a la Acequia Tarramonta la seguimos desaviándonos a la derecha.

Llegamos así al Cortijo del Pino y al Aula Rural de Ciempiés. Aquí merendamos y nos zampamos unas palomitas recién hechas. 

Tras las fotos de rigor, cruzamos el Camino de Churriana y nos dirigimos por el Camino del Baño. Llegamos así a los baños árabes de Churriana de la Vega. Aunque no están abiertos al público, el ayuntamiento nos hace el favor de permitirnos asomarnos dentro.  

Los baños árabes de Churriana de la Vega se localizan integrados en el interior de una vivienda, en los límites urbanos de la localidad, cerca de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Visitación y próximos a la Acequia de Arabuleila, de la que se abastecía.

Corresponden a la tipología de baños rurales. En estos “hamman”, primaba fundamentalmente la funcionalidad, careciendo de elementos estéticos y de grandes salas. Los baños de Churriana presentan una estructura muy sencilla. El edificio es de planta axial, donde las tres salas húmedas (fría, templada y caliente) se disponen en paralelo, una tras otra, a lo largo de un eje de la planta.

Fueron construidos durante la dominación nazarí. Se calcula que se levantaron entre mediados del siglo XIII y el siglo XV. En la segunda mitad del siglo XVI, tras la expulsión de los moriscos, dejaron de tener su función de baño, y fueron destruidos en gran parte. Desde entonces comenzó a utilizarse como almacén, cuadras y vivienda. Estuvo habitado desde el siglo XVI hasta 1996.

Tras esta visita exclusiva para estos senderistas apañaos, regresamos de nuevo al Camino del Baño, desviándonos por un vial asfaltado a la derecha. Llegamos así a la Vereda de la Requica. La tomamos a la izquierda.

Pasamos por un secadero muy coqueto de piedra, llegamos al tramo de la Tarramonta donde crecen altos chopos y desembocamos en el vivero Proflor. 

Ya solo resta cruzar el Monachil y llegar al Parque Tico Medina, finalizando así una ruta veguera muy cultural de 16,5 kilómetros y un desnivel acumulado que no llega a los 70 metros. 

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