miércoles, 26 de enero de 2022

Los paisajes de El Padul.

En esta ocasión  nos dirigimos hacia el sur por una ruta milenaria que unía Iliberris con la antigua Sexi.  Dejamos atrás el lugar donde el Rey Boabdil contempló por última vez y lloró su  reino perdido y nos encontramos con un privilegiado lugar situado en la vertiente suroccidental del macizo de Sierra Nevada. Estamos en Las Lagunas de El Padul.

Realizaremos un itinerario sin cuestas por un terreno parcialmente labrado, salpicado de pequeñas lagunas y manantiales que vierten sus aguas a unos canales de drenaje denominados localmente “madres”. La mañana húmeda y nublada intensifica el contraste de los colores y los distintos recortes del paisaje. 

La importancia de este lugar es grande, al ser el único humedal natural de la provincia de Granada, el cual es utilizado por numerosas aves acuáticas como descansadero en sus migraciones o como lugar de invernada. En cuanto a la flora, nos encontramos con la mayor extensión de carrizal de la provincia. Por sus valores ecológicos, científicos y paisajísticos, figura como zona protegida en su máximo grado dentro del Parque Nacional de Sierra Nevada. Además, cuenta con una peculiar turbera, la más meridional de Europa, en la que suelen aparecer con relativa frecuencia huesos de mamut.

Antes de acercarnos a las lagunas recorremos algunos lugares emblemáticos de este pueblo. Etimológicamente el nombre de El Padul tiene su origen en el vocablo latino “palus-dis”, que significa laguna o charca. Posteriormente, en la época árabe se transformó en Al Badul, que con el paso del tiempo se convirtió en el nombre actual. 

Al ser paso obligado entre la Vega de Granada y las Alpujarras o la Costa, en El Padul han dejado su huella numerosos pobladores y así lo atestiguan los cuantiosos yacimientos arqueológicos encontrados en sus alrededores. Los más antiguos, los utensilios paleolíticos pertenecientes a grupos de Neardenthales asentados estacionalmente junto a la laguna, probablemente para acorralar y cazar mamuts. 

En el pueblo milenario de El Padul encontramos un rico patrimonio histórico al que nos acercamos:  la Iglesia Parroquial de “Santa María la Mayor” (S. XVI), el Castillo Palacio de los Condes del Padul (S. XVI), la Fuente de los Cinco Caños y el Lavadero.

Casa Grande de Padul, es un palacio de estilo barroco, enclavado en lo que en su día fueron las afueras del pueblo. El inmueble que hoy podemos ver se levantó por la familia Aróstegui, a principios del siglo XVII, sobre la antigua casona vasca que Martín Pérez Aróstegui y Aguirre, el Viejo de Vergara, construyó pocos años después de la toma definitiva de Granada.

Casa Grande de Padul es además un palacio de Asiento, es decir, aquellos que contaban con bancos entre la entrada y el zaguán destinado a los pobres que pedían comida.

Durante la Guerra Civil y los años sucesivos, la Casa Grande de Padul, fue conocida como el Penal de los Gudaris, pues sirvió de cárcel militar y campo de concentración, que albergaba presos políticos y prisioneros de frentes de guerra de la Alpujarra y Almería.

Después de acercarnos al lavadero y a la fuente de los Cinco Caños, saldremos de la Calle Real y nos encaminaremos por la avenida de la Fuente de la Salud hacia la alberca palmones y la laguna del Ojo Oscuro, llamado así por el color oscuro que confiere a sus aguas el limo del fondo. 

Existen muchas leyendas sobre este lugar. Por ejemplo, cuentan que hace muchos años, a un vecino de El Padul se le extraviaron los bueyes que tiraban de su carro hundiéndose en el Ojo Oscuro; no lo pudieron encontrar. Cuentan que al cabo de los meses, el carro y los huesos de las bestias aparecieron en Motril. Y es que un túnel subterráneo unía este oscuro lugar con la costa. 

La laguna de El Padul es una pequeña fosa tectónica que presenta afloramientos de dolomías en sus bordes norte y sur, lo que favorece la afluencia de aguas desde amplias extensiones. La naturaleza del terreno a base de turbas y sedimentos finos de baja permeabilidad es responsable de la aparición de numerosos manantiales en los contactos como el del Ojo Oscuro.

Desde allí andurreamos por las sendas trazadas con caminos de tablas por el entorno de la laguna del Aguadero, acercándonos a la gran higuera de los deseos. 

Posteriormente atravesaremos la vega del Padul en dirección a la Turbera Agia siguiendo las lindes de algunas “madres”: la madre maestra, la madrecilla de Quití o la madre del Vetano. 

La laguna de El Padul fue primitivamente bastante extensa, unos 5 km2, hasta el punto que besaba el pie de las murallas de su castillo asentado en las faldas del llamado Cerro del Manar. Sus aguas, entonces sin salida y corrompidas, fueron causa de la existencia de grandes nubes de mosquitos, transmisoras de la enfermedad del paludismo. Entre los siglos XVIII y  XIX se abrieron los cauces que actúan como canales de drenaje. 

Estas madres desecaron gran parte de la laguna y permitieron el cultivo de las fértiles tierras circundantes. La salida de todas las aguas se produce por el conocido Río Viejo o de la Laguna.  En la actualidad la zona encharcada y cubierta de vegetación palustre ocupa unas 60 hectáreas, aunque varía en función de las lluvias. 

Visitamos una peculiar turbera, la más meridional de Europa, en la que suelen aparecer con relativa frecuencia huesos de mamut y otros animales ya extinguidos. La turba se extrae de las canteras, se apila para su secado, se tritura y se vende para la agricultura intensiva. Las canteras de turba abandonadas contribuyen a la formación de lagunas como las de la Turbera Agia.

Siguiendo la acequia del Río Viejo llegaremos hasta la acequia del Haya que nos conduce a la Fuente del Mal Nombre. Cuentan los vecinos del Padul que esta fuente se llamaba originariamente la Fuente del Coño, con perdón. Un cura al preguntar por el nombre de aquel manantial que sació su sed dijo escandalizado “¡Esta fuente tiene un mal nombre!” y de ahí su denominación actual.

En este curioso lugar, junto la ladera del Cerro de los Molinos, visitaremos las huellas del camino ibero-romano. 

Se trata de los restos de una antigua vía, probablemente muy frecuentada desde los tiempos de los asentamientos iberos, (con las marcas de las ruedas de los carros grabadas en la roca), que en tiempo de los romanos unía las ciudades de Iliberis y Sexi (la antigua Almuñecar). 

Finalmente nos dirigimos hacia el pueblo del Padul por el Camino de los Molinos y la avenida del Valle de Lecrín, completando así los 11 kilómetros del recorrido. 

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