sábado, 23 de octubre de 2021

En la Acequia Real.

Arrancan las rutas de senderismo de Casa de Porras, no de los talleres del programa de actividades de este centro cultural de la UGR.

Y lo hacemos un grupo super "apañao" con perro incluido realizando una de las sendas más bonitas que se pueden andurrear desde la ciudad de Granada. 

Seguimos el Darro hacia el Valle del Valparaiso, cruzamos el puente del Rey Chico y los encaminamos hacia la Fuente del Avellano. Esta placeta empedrada es un lugar ampliamente valorado desde época árabe, porque sus aguas, que nacen en la ladera de la Silla del Moro, eran de excelente calidad, muy puras y saludables. Son las últimas lágrimas de la sultana Aixa, la madre de Boabdil, que llora tras ser abandonada por Muley Hacen enamorado de la cristiana Zoraida. Su sabor es agrio, amargo y fresco. Su color, cristalino, porque es agua de hadas y encierra los misterios de la colina de la Alhambra.

Durante décadas el agua del Avellano era captada cada día por grupos de aguadores que con sus cántaros la transportaban para venderla en la ciudad, donde voceaban sus bondades para el cuerpo y el alma.

Este lugar es también nacimiento de leyendas y el lugar de reunión de una cofradía llamada del Avellano, una reunión de amigos sin domicilio ni reglamento, semejante a una academia helénica, presidida por Àngel Ganivet. Allí aún resuena un eco: "aquí nos encontramos para beber agua pura, fortaleciente, y hablar de todo lo divino y lo humano, en la apacible serenidad que infunde aquel apartado y silencioso paraje”.

Retrocedemos unos metros, y tras dejar atrás el triste tajo del pollero, tomamos una subida que parte a nuestra izquierda. Y entre durillos y almeces ascendemos. Recordamos como el hueso de las almecinas eran lanzadas mediante un canuto y un soplido por los chaveas del lugar. Y el suelo revuelto atestigua el descaro nocturno de los jabalíes. 

Alcanzamos así la Acequia Real de la Alhambra o Acequia del Sultán, la acequia que suministró agua a la Alhambra durante casi tres siglos. El canal arranca seis kilómetros aguas arriba del río Darro, en una presa llamada Real y situada en las proximidades de Jesús del Valle. 

Muhammad I, el primer sultán y fundador de la dinastía Nazarí de Granada, sabía bien de la urgencia de llevar agua a la colina de la Sabika. Mandó construir la al-sāqilla al-Sultān, con cuya agua construyó gran parte del recinto amurallado original. 

La Acequia Real va manteniendo la cota y separándose del río a medida que avanza por la margen izquierda del cauce del Darro. Tras atravesar el gran barranco de las Tinajas se dirige hacia la Alhambra cruzando barrancos menores. Se construyó de dos maneras: excavada en el propio terreno o en galería, es decir, subterránea. Se divide en la acequia del Tercio y de los dos tercios que llega hasta la colina del Mauror.

Recorremos un breve tramo de la acequia original para luego ascender por una empinada y estrecha veredilla hasta el camino que sigue el trazado de la acequia moderna del siglo XVI (aquí llamamos moderno a algo que tiene una pila de siglos). Forma parte de las importantes reformas que hicieron los cristianos para abastecer de agua a Granada y la Alhambra.

Continuamos por esta vereda por la umbría del Cerro del Sol. Al otro lado del Darro la solana del Sacromonte desde donde nos contempla la Abadía. Encinas, coscojas y numerosos lentiscos o cornicabras. Abrimos una de sus agallas y nos sorprende la multitud de pequeños insectos que en ella se esconden. Huele a trementina y nos deja los dedos pegajosos por la resina que supura. 

Llegamos hasta el quejigal donde el sol se filtra despertando otros brillos por el que continuamos hasta el barranco de las Tinajas que marca el punto de retorno. 

Tras un descanso ascendemos por una vereda que nos alza hasta un nuevo carril que recorremos ahora buscando la ciudad de Granada. Va parejo a un ramal de la acequia de los Arquillos que toma el agua no del río del oro sino del Aguas Blancas. Lo recorremos hasta llegar al mirador de la Silla del Moro. 

Y finalmente nos acercamos al espacio patrimonial al que mirábamos,  también llamado Castillo de santa Elena (por su consagración como iglesia) en el que entramos. La llamada Silla del Moro, fue una construcción de vigilancia y protección para el Generalife y las huertas en un sector tan importante para la distribución del agua de la Acequia Real a toda la Alhambra.

12 kilómetros recorridos con un nivel acumulado de 350 metros. 

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