sábado, 22 de abril de 2023

Casa de Porras en el Cerro de la Encina.

Con Casa de Porras iniciamos las rutas de primavera. Lo hacemos el Día internacional de la Tierra caminando desde Granada a Monachil, un viaje en el tiempo en el que recordamos el duro trabajo de los "neveros" que dan nombre a parte del camino. 

Pero rebobinamos nuestra historia muchos años atrás y nos imaginamos a los primeros pobladores de los montes que rodeaban el valle del río Monachil; contemplamos la edad del bronce, hace más de tres mil años, en el Cerro de la Encina. Parte del recorrido que realizamos se ha señalizado hace poco, conociéndose como el Camino de San Antón.

Iniciamos la ruta en Puente Verde, al final del Paseo de La Bomba. Este puente se construyó a principios del siglo XIX, en sustitución de otro de madera y hierro que estaba pintado de verde. De ahí proviene su nombre. Esta conexión entre las riberas del Genil fue realizada por los franceses durante la invasión napoleónica (1810 y 1812). Como materiales utilizaron los sillares de la torre de la iglesia del monasterio de San Jerónimo.

Caminamos por la vereda de la Bicha hasta la fuente que le da nombre, pasando por el barrio de La Bola de Oro. El nombre de este lugar proviene de uno de los primeros establecimientos en asentarse en este lugar un merendero que se llamaba “La Bola de Oro” y que tuvo mucha fama en la ciudad. En él se realizaron mítines y otras actividades festivas y lúdicas. 

Caminamos en silencio (por si las moscas) por una zona donde los conglomerados se han desprendido por la ladera y llegamos a la humilde fuente de la Bicha, a la que imaginamos acudirían los aguadores granadinos.

Un poco más adelante, caminando entre olivos y encinas que pretenden recuperar su espacio, arranca una cuesta muy pendiente, el punto más complejo de la ruta. Esta zona esconde un recuerdo de la historia rural de la época árabe, ya que lindaba con el pago de la Casa de las Gallinas que perteneció a la realeza nazarí y estaba destinada a la cría de estas aves de corral.

Con no poco esfuerzo, a lo largo de las revueltas de esta ascensión, llegamos a lo alto de la cuesta que algunos senderistas han bautizado, con cierto optimismo, como de los ocho minutos.  

Tras pasar junto al restaurante El Balcón del Genil, caminamos siempre pegados a las barranqueras que miran al Genil pasando por el Barranco de la Zorra y del Contadero. Sorprenden los tajos descarnados y las tierras rojas. Espartos, romeros y retamas son los matorrales dominantes. Al llegar a la Cañada Real de la Cuerda podemos afirmar que nos encontramos en el Camino de los Neveros. 

Está célebre vereda de unos veintidós kilómetros, comienza en el Puente Verde y se dirige al barrio de la Bola de Oro por la Avenida de Cervantes, las Conejeras y los Rebites, hasta las tierras del Contadero y la Raya. De ahí sube por la cuesta de los Desmayos, pasa por la Fuente de Los Neveros, el Purche, las Sabinas, las faldas del Dornajo, llegando hasta la base del Veleta, en la zona de los Peñones de San Francisco.

El uso de la nieve de la sierra es una actividad muy antigua pero fue en el siglo XVII cuando su comercio, su cosecha, se organizó completamente. Las labores comenzaban en octubre o noviembre y era responsabilidad de los campesinos. Se recogía leña, matas y se acondicionaban los pozos donde posteriormente se almacenaría la nieve. 

Después de acontecer abundantes nevadas, se subía de nuevo a la sierra. Los trabajadores recogían, con palas, la nieve acumulada cerca del pozo, y en grandes capachos la transportaban al interior. Allí era compactada mediante presión con mazos. Una vez el pozo estaba lleno se cubría con paja y allí, la nieve compacta y endurecida podía durar varios años.

Los arrieros, eran los encargados de transportar la nieve hasta la capital. Había un guarda que vivía cerca de los pozos y llevaba un control del estado y de la cantidad de nieve. Cada animal podía acarrear hasta unos 200 kilos de nieve de la cual se perdía cerca de la mitad en el trayecto a pesar de que se realizaba evitando las horas de más calor. Salían de la sierra al atardecer y llegaban a Granada al amanecer.

Granada se convirtió en el primer centro de consumo de nieve de Andalucía. La proximidad de Sierra Nevada, donde existían ventisqueros de nieves, permitía venderla muy barata y exportarla. Su consumo se popularizó para refrescar bebidas, conservar alimentos y para usos medicinales. El día de Santiago de 1950 fue la última vez que se realizó esta actividad con fines comerciales.

Dejamos a la derecha la Cañada Real de la Cuesta de las Cabras y tras alguna subida y bajada comenzamos a ascender la Cuesta del Desmayo. A unos 700 metros tomamos un desvío a la derecha que nos conducirá hasta una casa en ruinas donde paramos a reponer fuerzas. 

Seguimos la vereda hasta llegar a una era de trillar situada en una encrucijada. Tomamos la vereda de la derecha que huele a tomillo y nos lleva hasta el Cerro de la Encina, en el Barranco de los Olivos. 

Nos encontramos con el yacimiento arqueológico argárico (1300 a C.) situado en el municipio de Monachil. Es la colonia argárica más occidental de Andalucía, protegida por una muralla y sus correspondientes bastiones. Se han encontrado numerosas sepulturas con ricos ajuares funerarios. 

Si quieres conocer más de este espacio es muy recomendable visitar su tour virtual:

https://tourvirtual360.es/tour-virtual-interactivo/yacimiento-cerro-de-la-encina/#

Seguimos bajando hasta llegar a un nuevo cruce de caminos. Tomamos el de la izquierda que nos conduce hasta la acequia de la Estrella o del Albaricoque. La seguimos a contracorriente por una vereda preciosa protegida por grandes álamos y mimbreras. Llegamos así a la plaza del pueblo de Monachil.

En total hemos recorrido unos 11 kilómetros con un desnivel acumulado de 448 metros. 

Ya que se me olvidó leerlo en la ruta, como mañana es el Día del Libro, finalizo esta entrada con un párrafo de "Un paseo por las Colinas" narración incluida en "Los Cuentos de la Alhambra" (1829) de Washington Irving:

-¿Pero qué luces son aquéllas, Mateo, que veo brillar en la Sierra Nevada sobre los hielos, y que parecerían estrellas si no fueron rojas y no brillasen sobre la falda de la montaña?

-Aquéllas, señor, son las hogueras que encienden los neveros que abastecen de hielo a Granada. Suben a la Sierra todas las tardes con mulos y pollinos, y turnan, descansando unos, calentándose con lumbres, mientras que otros llenan los serones de nieve. Después bajan de la Sierra y llegan a las puertas de Granada antes de la salida del sol. Esa Sierra Nevada, señor, es un monte de hielo puesto en medio de Andalucía para tenerla fresca todo el verano.

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