miércoles, 30 de marzo de 2022

Valparaiso

Un puñado de valientes del senderismo Buenos Aires, han desafiado las predicciones de lluvia y, deseosos de pisar charcos y disfrutar del barro, han salido para andurrear el entorno del valle del Darro, Valparaiso. 

Y, como suele ser habitual, unas pocas gotas, jirones de niebla en las laderas y un sol que asomó con cierta timidez, han sido nuestros compañeros de sendas. Y a nuestro alrededor la primavera con la cara lavada por la lluvia, esa que se pone prendas coloridas, que se perfuma con el olor a tierra mojada.

Otros compañeros en esta vereda han sido los sapos corredores (Epidalea calamita). Su período reproductor no es continuo y está muy asociado con los episodios de lluvia. Así pues, estos anfibios han aprovechado estas últimas lluvias para lanzarse a la Acequia Real en busca del sus príncipes y princesas, esos que cuando los besas permanecen en su estado de maravilloso sapo sin vanas pretensiones reales. Que luego ya se sabe cómo termina el cuento. 

En los laterales de la acequia la cola de caballo (Equisetum arvense), como si de un ente extraterrestre se tratase, surge del suelo con unas formas tan bellas como originales. 

Con esta planta se hacen gran variedad de cremas, jarabes, tinturas, decocciones o infusiones, entre otras preparaciones, para aprovechar sus usos medicinales. Conocida desde siempre por su poder como diurética también es útil para los riñones, el adelgazamiento y cómo depurativo o desintoxicante. Pero como estos cinco magníficos disponen de una salud extraordinaria, ignoran sus beneficios. 

La ruta la iniciamos en Plaza Nueva y nos dirigimos hacia la Fuente del Avellano. 

Nos desviamos por una vereda ascendente a nuestra derecha que nos alza hasta el Generalife, a la altura por la que discurre la Acequia Real. Esta cuesta está adornada con las vincas (Vinca major) y los durillos (Viburnun tinus) en flor. 

Recorremos la acequia hasta cruzar un primer barranco donde ascendemos a la vereda superior que recorreremos hasta llegar al quejigal y al Barranco de las Tinajas. Por el cómodo y hermoso camino, recogemos algunas collejas (Silene vulgaris).

Retornamos unos metros para tomar una vereda que nos baja hasta el río Darro que agradece el agua caída. Avanza cantarín y marrón hacia la ladera de la Alhambra que le ha dado fama y un hueco en muchas poesías y pinturas. 

Llegamos al Camino de Beas que lo recorremos hasta llegar, tras pasar por el Cortijo de los Solteros, a la Abadía del Sacromonte donde descansamos de la subida de las Siete Cuestas. Las chumberas jóvenes nos regalan el contraste del color de las pencas y el de los chumbos incipientes. 

Bajamos por una vereda muy bonita que parte de la Cruz del Torcido de la Seda y finaliza en la Ermita del Santo Sepulcro. 

Luego continuamos hacia la ciudad por la Vereda de Enmedio, deteniendonos en la Fuente de la Amapola, junto a la Cueva del Chorrohumo. 

Y ahora un bonito recorrido albaizynero: Calle de San Luis, Aljibe de Santa isabel de los Abades bajo la Cruz de Rauda, Aljibe de San Luis, Placeta de la Cruz de Piedra, Puerta de Fajalauza, Aljibe del Paso, San Bartolomé, Plaza Larga, Arco de las Pesas...

Finalizamos el recorrido en el Carmen de los Geranios donde visitamos el museo del artista belga Max León Moreau. Nombrado hijo predilecto de la ciudad tras su muerte en 1.992, donó toda su fortuna y sus pertenencias a Granada.

Una preciosa ruta de unos 7 km para recordarnos a algunos que 56 no son nada si nos acompaña buena gente y somos capaces de sonreír y disfrutar de la belleza. 

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