martes, 5 de abril de 2022

Lanjarón bajo la lluvia.

Un inédito paseo bajo la lluvia por las “Acequias del Aceituno y Cecarta” que empieza y termina en el pueblo de Lanjarón. Los chicos y chicas de 1º de Bachillerato del IES Jiménez de Quesada son muy bravos.


Comenzamos frente al Balneario, en la oficina de información turística. Entramos en el Parque del Salao que debe su nombre a las aguas ferruginosas que lo atraviesan en forma de pequeño riachuelo. Seguimos una vereda por el Barranco del Salado hasta llegar al castillo árabe del siglo XIII. Sirvió de vigilancia, refugio y defensa de la población.

Se alza en un cerro calizo que aparece entre la confluencia del Barranco del Salado y el río Lanjarón. Desde el castillo contemplamos el Tajo Colorao. Es un gran paredón calizo vertical, de tonos anaranjados que presenta un desnivel con el cauce del río de más de 180 metros.

Retornamos al pueblo y por la Calle Virgen del Pilar, donde aparecen varias cruces muy blancas, llegamos al ayuntamiento donde saludamos a una imperturbable pareja de ancianos. 

Atravesamos el Barrio Hondillo, de origen judío.  Es un laberinto de estrechas calles, placetas y tinaos, estos últimos muy característicos de las Alpujarras (espacios cubiertos de ámbito semiprivado con una estructura de viguería sobre la calle). 

Tras pasar el colegio, nos adentramos por sendas que discurren entre huertas escalonadas. Numerosos almeces centenarios ayudan a detener la erosión de las terrazas. 

Nos topamos con los primeros castaños, viejos como el trazado de las acequias. Y pronto nos encontramos con una de ellas, la Acequia del Aceituno que parte del río Lanjarón desde la alberca del Aceituno a la que nos acercamos. 

Subiremos por una vereda serpenteante, donde despuntan los gamones. Podemos contemplar el bosque de galería de mimbreras que serpentea marcando el curso del río Lanjarón. Alcanzamos el Área Recreativa Huerta de las Monjas que cuenta con ejemplares de castaños centenarios, una fuente de agua fresca y una curiosa cabaña donde nos refugiamos de la lluvia para zamparnos el bocata. 

Reponemos fuerzas y tras una ligera subida con vistas hacia el valle y la cabecera nevada del río Lanjarón, llegamos a la Acequia Cecarta. 

La acompañaremos en sus derivaciones y descenso, disfrutando de un bonito y húmedo paseo. Une las eras de Lanjarón, dónde se realizaba la trilla de cereales y leguminosas, para separar el grano de la paja aprovechando el viento. 

Y llegamos a Lanjarón con la ropa empapada, los pies fríos y una sonrisa en el rostro. 

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