martes, 12 de abril de 2022

Retos primaverales.

En nuestra ludoteca de primavera nos lanzamos a la consecución de tres retos. Pero antes de contarlos, lo importante, lo primero, eso que siempre debe ir delante. 

Los niños y las niñas no son bobos. Saben que hay un problema no demasiado lejos de sus casas, bombas que caen en un país poco conocido para ellos, Ucrania; y dos colores que aparecen en muchas partes, el amarillo y el azul de su bandera. Y aunque son chicos deben darse cuenta de la tristeza que eso significa, miles de niños y niñas abandonando su hogar, caminando junto a su madre y su padre, a sus abuelos en cuyos rostros hay preocupación y tristeza. 

Hay que darle la vuelta. Solo la convivencia y el entendimiento, eso que estamos viviendo cada día en el aula rural con el resto de amigos y amigas, esas palabras que nuestras familias se empeñan en que entendamos, conseguirán que la historia no se repita. 

Y montamos nuestra concentración por la paz. Ahora ya os podemos contar los retos. 

Reto 1: menos ruido.


Realizamos experimentos con las perchas sonoras y realizamos un botellófono. Y nos damos cuenta cómo se transmite el sonido con latas a las que colocamos un globo y, sobre él, un poco de sal. El golpe del tambor consigue que la sal empiece a dar botes. 



Conocemos lo que es un sonómetro y realizamos un taller muy clásico pero que sigue causando sorpresa en los más pequeños: el teléfono de vasos.


Y por último hacemos distintos juegos para detener al fantasma del ruido: la cuerda ciega, los indios sabios, el instrumento perdido, los balones sonoros...

Reto 2: aire limpio

Dedicamos un ratito a la ciencia del aire: globos que se inflan y desinflan, saludar con el guante, el botón de los soplidos, torbellino en la botella, el extintor casero, las botellas meonas, el cazador de nubes...

Y luego hacemos un duendecillo con un corcho, globos y algodones de desmaquillar, un ser que habita las nubes y con su gran nariz elimina la contaminación. 

Reto 3: que no nos roben las estrellas.

Empezamos dándonos cuenta de que las estrellas forman parte de nuestra cultura. Contamos un cuento sobre constelaciones y seres legendarios. Mirar el cielo es una tarea imaginativa que forja el carácter, una experiencia que nos convierte en personas humildes.

Hacemos un portarretratos  sobre el lado oscuro de la luz. En un lado de la cartulina hacemos una ciudad muy iluminada con un cielo carente de estrellas, nuestra foto se ve en tonos sepias. En el opuesto una ciudad con la luz necesaria y el cielo estrellado. Nosotros, en color, somos una estrella más que brilla en el firmamento. 

Por último, realizamos una búsqueda de estrellas perdidas. Mañana encontrarlas tendrá una dulce recompensa. 

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