miércoles, 29 de marzo de 2023

Las veredas del Sacromonte tras el fuego.

Con esta sencilla ruta recorreremos el Sacromonte por caminos y veredas, acercándonos a la Abadía y a la Ermita de san Miguel Alto. Antes disfrutamos del barrio del Albayzin, un espacio laberíntico, mágico e indomable, adornado en primavera con los colores de las glicinias, los jazmines amarillos y las flores del árbol del amor. Un lugar con rincones muy peculiares.

En esta ruta experimentamos que es lo que ocurre al entrar en la Nada, como en la Historia Interminable, ese paisaje que anula las fantasías. Atravesamos laderas ultrajadas por el fuego, por nuestra inconsciencia. 

Partimos de Plaza Nueva desde donde trazamos una ruta albayzinera hasta llegar a San Miguel Alto. Pasamos por varios miradores, plazas y placetas desde donde contemplamos nuestra maravillosa ciudad. La placeta del Cobertizo, del Comino, San Nicolás, Aliatar o la siempre bulliciosa Plaza Larga a la que accedemos por la Puerta de Las Pesas. 

Vamos dejando atrás distintos aljibes de la Granada Andalusí, el lugar que habita el enigmático duende Martinico: el Trillo, las Tomasas, Bibalbonud, El Polo, La Vieja o Santa Isabel de los Abades. 

Nos detenemos en el mirador de la Cruz de Rauda. En el siglo XIII en esta zona del barrio existían casas cueva, huertos, el cementerio musulmán de el Maqbarat al-Rawda. 


Donde estuvo la mezquita y el cementerio, se construyó en 1526 la iglesia de Santa Isabel de los Abades. Esta iglesia tenía en sus inmediaciones una modesta cruz ochavada realizada en piedra, la Cruz de Rauda, de estilo renacentista levantada sobre una pequeño pedestal de base cuadrada.

Uno de los elementos más característicos de las postales del Sacromonte es la ermita de San Miguel Alto, coronando el cerro del Aceituno, donde decían que había un viejo olivo que daba frutos el día de San Juan.

La Ermita de San Miguel Alto se levantó sobre la Torre del Azeytuno, el punto más elevado de la muralla zirí, de la Cerca de Don Gonzalo. En 1671 se mandó a derribar y se construyó allí la ermita dedicada al arcángel San Miguel. Los franceses durante su invasión, en 1810, instalaron en la ermita un fortín que detonaron en su huida de Granada en 1812, dejando tras de sí una montaña de escombros.

Visitamos la famosa y milagrera Fuente del Aceituno, donde Manolo pide un deseo que se cumple al instante. 

Desde allí tomamos una serie de veredas que van serpenteando por los distintos barrancos hasta llegar a un cortafuegos desde el que contemplamos la Abadía. Pero sobre todo, observamos la devastación provocada por el incendio del mayo pasado. Nos detenemos un momento en el mirador de Lola. 

Tomamos una vereda que sigue el Barranco del Sacromonte. Antes era un lugar verde y fresco, lleno de vida. Hoy es el silencio. Debería ser obligatorio caminar por este lugar para que los granadinos fuéramos conscientes de lo que estamos perdiendo por imprudencias estúpidas.  

Cuando pasamos por zonas no afectadas por el fuego, retornan los colores y los trinos y convierten en más dolorosa la vivencia anterior. 

Pero siempre hay brotes verdes, que la naturaleza es resiliente. Pero necesita que la dejemos en paz. Los nazarenos nos recuerdan las fechas en las que estamos. 

Llegamos así a la antigua carretera del Fargue. La cruzamos y tomamos unas nuevas veredas ahora en dirección a la Abadía. Nos detenemos en un mirador, donde convive una encina que pretende verdear con otra que se retuerce negra como un grito que se ramifica. Bajamos a este emblemática construcción del siglo XVII.

Esta abadía, construida junto a las Santas Cuevas, tuvo gran importancia como complejo cultural y religioso. En 1595 se hallaron, en el monte Ilupitano (actualmente el Sacromonte), unas reliquias que atribuyeron a San Cecilio, discípulo del Apóstol Santiago, así como unas placas de plomo escritas en árabe, en unos hornos de época romana; se conocieron como los libros plúmbeos. El fervor que despertó dió lugar a un vía crucis con 1200 cruces que terminaba en una pequeña capilla dedicada al Santo Sepulcro. 

Ya solo resta dirigirnos a la ciudad por el camino del Sacromonte. Terminamos junto a la estatua de Mariano Fernández Santiago, conocido como "Chorrojumo", un gitano granadino de la segunda mitad del siglo XIX. 

El nombre le venía de su oficio original, el de herrero, y su inmortalidad se debe en buena medida al pintor Mariano Fortuny que en una visita a Granada lo pintó disfrazado con un traje de gitano goyesco, hacia 1868. El gitano astuto, le gustó el disfraz se autocalificó como “rey de los gitanos” y “señor de los bosques de la Alhambra” y se dedicó a ganarse la vida contando a los turistas historias sobre la Alhambra.

Recorremos unos 10 kilómetros con un desnivel acumulado de 375 metros. 

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