miércoles, 1 de marzo de 2023

Nigüelas, Murchas y Acequias.

Realizamos una ruta en la cabecera del Valle de Lecrín, una mañana fresca y soleada. 

El recorrido comienza en  Nigüelas. Recostada al pie del cerro del Zahor y al borde de los tajos del río Torrente, Nigüelas no sólo es la localidad más elevada el Valle de Lecrín, a 931 metros de altitud, sino también la más serrana. Su emplazamiento constituye un espléndido mirador, desde donde se domina prácticamente toda la comarca.

El Zahor es sólo la primera de una serie de montañas que culminan en los 3.300 metros de altitud del Cerro del Caballo, en cuya cima coinciden los términos municipales de Lanjarón y Nigüelas. 

Nigüelas conserva en su casco urbano la almazara más antigua de España, hoy convertida en museo. Y en las proximidades se encuentra la Falla de Nigüelas, accidente geográfico declarado Monumento Natural. 

Tras dejar atrás los bonitos jardines de estilo francés de la Familia Muller, nos dirigimos hacia la Iglesia Parroquial San Juan Bautista de estilo mudéjar. Fue construida en el siglo XVI y sufrió daños en su armadura original durante la rebelión de los moriscos, por lo que fue restaurada posteriormente. Junto a la plaza de la iglesia encontramos un aljibe árabe del siglo XIV integrado en el sistema de distribución de agua de las acequias. 

Seguimos por las calles Pasión y Eras, dejando atrás el Centro de Interpretación Almazara La Erilla. Es un edificio nazarí construido entre los siglos XII y XV considerado como uno de los más antiguos de España. 

En su interior se pueden distinguir dos sistemas de molienda: el Molino de Sangre del s. XII y el Molino Hidráulico, de finales del siglo XVIII, siendo la Almazara La Erilla la única con estas características en el sur de Europa. 

Proseguimos hasta alcanzar la Cruz del Partidor donde comienza la Vereda de la Pavilla. El nombre proviene de la costumbre de las gentes del lugar de esconderse en los recovecos de este romántico camino a "pelar la pava". El partidor, coronado por una cruz de piedra, es del siglo XVI y divide las aguas de la acequia en los ramales que van a las vegas de Dúrcal y de Nigüelas. 

Bajamos hasta el Río Torrente por este bonito camino. En el arranque vemos cuevas labradas en la pared. Una barandilla nos quita el miedo de caer por los tajos de más de 20 metros que finalizan en zonas de cultivo. El paseo de los enamorados finaliza en el distribuidor de la acequia, una obra maestra de la ingeniería hidráulica popular. Divide el agua procedente de una presa en dos ramales: el de la Pavilla que hemos seguido y el que se dirige a Acequias y Mondujar. 

En vez de atravesar el caudaloso arroyo Torrente, tomamos una vereda a la derecha, llamada de Los Majuelos. Es un camino precioso de aproximadamente un kilómetro entre fértiles tierras de labor que nos conduce al puente que atraviesa el río Torrente. En este cruce hay un espacio donde puedes colocar una piedra del río al tiempo que pides un deseo. 

Caminamos cómodamente en descenso por la margen izquierda del río. Pasamos bajo un gran puente de piedra caliza y seguimos el camino que ahora conduce a Talará y luego a Murchas, serpenteando entre almendros, cerezos, olivos y naranjos sin naranjas. 

Llegamos a una fábrica de ladrillos, ya en desuso, situada en la confluencia del Barranco del Pleito con el río Torrente, cauce que da nombre a la fábrica y al viaducto bajo el cual pasamos. Seguimos bajando hasta llegar al pueblo de Murchas, donde nos detenemos a reponer fuerzas en un mirador con vistas hacia el pueblo de Talará.

Tras descansar desandamos nuestros pasos y nos cruzamos con un rebaño muy apañao de ovejas y carneros. Continuamos hasta la fábrica de ladrillos y, allí, tras cruzar la carretera, tomamos un camino que comienza a subirnos hacia Acequias, el pueblo más alto del municipio de Lecrín. Un poco más adelante vuelve a conectar con la carretera que nos lleva hasta la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Rosario del siglo XVI. 

Aunque si somos sinceros, el guía nos conduce primero por un camino muy bien pintado en el Google Map pero que en la realidad es un pelagartal entre paratas de cultivos. Es lo que pasa por no escuchar a mis mayores. Fue de ida y vuelta tras un sálvese quien pueda. 

Atravesamos esta tranquila localidad por la Calle Real, llegando al Molino del Sevillano donde hay una exposición permanente sobre el agua y los molinos del Mediterráneo.  

Ahora seguimos una vereda muy bonita junto a cultivos de almendros en flor que mira hacia el barranco labrado por el río Torrente. Vamos bajando hacia Nigüelas, pueblo al que ascendemos por el Camino del Río, completando así un recorrido de unos 11 kilómetros y 410 metros de desnivel acumulado. 


Dedicamos el aroma sencillo de las flores del almendro a la memoria de mi padre. 

 

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